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Silvia Figueredo

Frank Correa 

LA HABANA, Cuba, septiembre (www.cubanet.org) - Perucho Figueredo pasó a la historia patria por componer sobre la montura de su caballo el Himno Nacional. Su hermana Silvia fue una de las mujeres de Bayamo que cosió las primeras banderas cubanas, y  ayudó a propagar las letras del himno. 

En Palma Soriano vive otro Perucho Figueredo, el mejor mecánico por cuenta propia del pueblo, sobre todo porque no cobra, ayuda a sus amigos desposeídos como él, y  la gente lo critica porque mientras regala su fuerza de trabajo su familia sufre las penurias interminables por la que atraviesa el país.  

Perucho fue marino mercante y navegaba por el mundo, algo que se puede comparar ahora con un gerente de hotel, o ministro. Él y su familia vivían en la abundancia, disfrutaban de privilegios, pero todo acabó con la caída del campo socialista. Cuba vendió casi completa su flota mercante para pagar deudas, y muchos marineros quedaron cesantes. 

Entonces Perucho se transformó en opositor al gobierno, y se integró al Proyecto Varela que exigía un plebiscito al gobierno. Fue despojado del salario que cobraba como trabajador excedente, y tuvo que recurrir a sus conocimientos de mecánica  para ganarse la vida echando a andar motos, autos, camiones, guaguas; pero su corazón todavía andaba por los mares del mundo.

En casa de Perucho Figueredo sobreviven gracias a su hermana Silvia, excelente cocinera e inventora de recetas. Ella se ha echado a cuestas  a la familia, preparando comidas, casi sin ingredientes. En una vieja cocina de keroseno logra maravillas, aunque se trate de una sopa de acelgas.

Con sus inventivas culinarias que hacen las delicias del barrio, esta mujer ha mantenido a salvo a su familia, compuesta por una anciana diabética, dos sobrinas desempleadas,  un sobrino que no sabe cómo salir adelante, y un hermano que arregla motores gratis, porque piensa que así está ayudando a que lleguen los cambios necesarios.

Con cincuenta años encima, Silvia sufre de tantas enfermedades que apenas le permiten caminar. Las medicinas que necesita no aparecen, y dejó de fumar para vender los cigarros de la cuota y ayudar con algo más la economía familiar. Cría gallinas, recoge huevos, siembra verduras y viandas, y no deja de cocinar, para mantener vivo el paladar de quienes la rodean.





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