Moisés Leonardo Rodríguez

LA HABANA, Cuba, septiembre (www.cubanet.org) - Los que pasan de la media rueda recuerdan la cantidad de jardines que poblaban campos y ciudades. Hoy escasean como tantos otros detalles que hacen la vida más placentera. La diversidad de flores era característica de los jardines. Rosas, vicarias, buganvilias, nomeolvides, galán de noche, mar pacifico, flor de pascua, margaritas. Hoy, las áreas que circundan las casas están cercadas (no de jardines) para hacer difícil el acceso de los cacos; desde las peerles hasta las cercas de plantas espinosas.

Alrededor de algunas viviendas hay césped bien cuidado y plantas como cactus y mar pacifico. Es raro ver otra especie en la mayoría de los jardines. Eso sí, abundan las áreas sembradas con plátanos, yuca, verduras, vegetales que ayudan a incrementar los precarios productos de la canasta familiar. Hasta boniatos se encuentran en los huertos familiares. 

La atención de un jardín requiere de recursos materiales y tiempo, poco disponible si el jardinero (o agricultor improvisado) está obligado a cumplir un horario en la oficina o la fábrica; a lo que se suma la escasez de agua. Una familia que deba almacenar el líquido cuando lo recibe cada dos o tres días, o que tenga que pagar 100 pesos por cada viaje de un camión cisterna para que le llene los tanques de la casa, tiene que andar con pie de plomo a la hora de reglar flores y tomates.

El otro factor que atenta contra la posibilidad de que Cuba sea un eterno jardín, o un huerto productivo, es el estado de ánimo de los cubanos, apremiados por incontables necesidades que no ayudan a la hora de emprender cualquier tarea, por muy productiva o hermosa que sea. Y al parecer, las flores no tienen mucha demanda en tiempos de escasez, salvo cuando alguien muere, o hay llevarlas a la tumba del ser querido.

El amor ya no empieza en el jardín, sino por la cocina, aunque una mujer siempre está lista para recibir una flor.