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Cumpleaños de la televisión cubana

Miguel Iturria Savón

LA HABANA, Cuba, octubre (www.cubanet.org) - A las celebraciones del almanaque cubano se suma en estos días el aniversario sesenta del inicio de la televisión, registrado el 24 de octubre de 1950, lo cual consta en el edificio del Vedado que ocupa el Instituto de Radio y Televisión, expropiado a los fundadores del medio, quienes se fueron con sus imágenes y sonidos a otras tierras de América, donde expandieron el nuevo soporte informativo cultural.

Con la expropiación de los estudios televisivos, las emisoras de radio, las revistas y periódicos de la isla, el gobierno revolucionario creó un  monopolio informativo que manipula los medios de expresión y amordaza la cultura. El diseño impuesto no ha cambiado en cinco décadas. La censura es evidente en el Noticiero Nacional de Televisión, transmitido tres veces al día, y en la monotemática Mesa Redonda Informativa, cuyas patas apuntalan el discurso del poder y promueven la idiotez colectiva.

No voy a detenerme en esos programas que entretejen verdades a medias y mentiras absolutas, pues la fabricación se expande a toda la alfombra, incluidos los espacios de ficción, de  historia, deporte, tele clases y otros que desvirtúan la realidad en función de la política, entendida esta como la percepción que tienen nuestros caudillos de la nación, gobernada todavía por el mismo grupo que se apropió del país en 1959.

Seis décadas después de aquella señal que sorprendió a los pocos que esperaban el milagro dentro de sus propias casas, la televisión es imprescindible. La pequeña pantalla es el mayor medio de entretenimiento e información de millones de personas. En comparación con la tele, las transmisiones de radio y las carteleras de cines y teatros sólo son una opción. La tele entra a cada hogar y enriquece o empobrece la espiritualidad de los miembros de la familia.

La televisión, como el cine, parte de soportes técnicos, humanos y financieros. Se nutre de la prensa escrita y radial, de la literatura, la historia, la geografía, los sucesos políticos y los espectáculos artísticos y deportivos, sin desligarse de las ciencias, la enseñanza y otras esferas de la vida que inspiran su programación.

Pero volvamos al aniversario sesenta de la fundación de la televisión en Cuba, uno de los primeros países en difundirla en América Latina, al igual que la radio, instalada en la isla en 1921. Tanto las estaciones de radio, como los estudios y canales de televisión, nos parecen obvios, pues casi todos crecimos con ellos y están ahí, basta apretar un botón y sentarnos a ver y escuchar, cambiar o apagar.

Los locutores que ahora evocan los momentos iniciales de nuestra televisión entrevistan a directores, guionistas, productores, actores y camarógrafos de larga estancia ante las cámaras; además de programas dramáticos, de danza o musicales que marcaron épocas y figuras, como Enrique Santisteban, Germán Pinelli, Consuelo Vidal, Cepero Brito, Eva Rodríguez, Rosita Fornés o Manolo Ortega. No mencionan ni a los empresarios fundadores ni a las estrellas que partieron al exilio durante la dictadura.

Y hablando de dictaduras, recordemos que 58 de los 60 años atravesados por la televisión cubana corresponden a tiranías que “metieron en cintura” a la tele y a otros medios de comunicación. La primera, encabezada por el general Fulgencio Batista entre marzo de 1952 y diciembre de 1958, no ejerció la censura absoluta. La segunda, bajo la batuta de los Castro desde 1959, supeditó a la prensa, la radio y la televisión al departamento ideológico del Partido Comunista, lo cual justifica las exclusiones, ordenanzas, fabricación de héroes y noticias, y la zona de silencios en torno a las cárceles, la represión, la ineficiencia gubernamental, la inmovilidad política, la corrupción y otros males de un sistema que toca fondo.

La complicidad de nuestros realizadores televisivos con el despotismo centralizado no tiene límites. Nada llega a la pantalla chica si no pasa por el filtro de la censura, una de las claves para convertir al pueblo en masa. Veremos hasta cuándo. A la televisión le tocará reportar los cambios y oxigenar la libertad con todas las voces. Entonces celebraremos con júbilo aquella transmisión del 24 de octubre de 1950.



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