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Mientras más los conozco, más recuerdo a Fidel Castro

Mario J. Viera 

PORT CHARLOTTE, Florida, octubre, www.cubanet.org -La filosofía de Fidel Castro es la filosofía del poder. Castro ha impuesto una ideología que no admite cuestionamiento y asegura que la historia es su fundamento. Chocar contra esa ideología es, para Castro, una actitud anticubana. Castro ha implementado una doctrina económica sin importarle que sea un fracaso. Castro nunca argumenta, hace uso de verdades a medias, no se inhibe ni siquiera de mentir, afirma categóricamente sin razonar sus afirmaciones. Ataca a sus adversarios empleando los epítetos más peyorativos y ofensivos. Ha impuesto además la unanimidad de un parlamento hecho a su medida, que siempre dice sí a lo que él apoya. Castro ha generado una nueva clase, la élite partidista, y esa clase concentra en sí misma todos los poderes y privilegios. Castro ha defendido el “internacionalismo proletario” para participar en costosas guerras ajenas y fomentar movimientos guerrilleros. Castro es la izquierda reaccionara.

Del otro lado del espectro, colocados en la vertiente contraria, en la derecha reaccionaria, hay muchos políticos y algunos movimientos “populares” en Estados Unidos, que, como una imagen especular, me hacen recordar a Fidel Castro.

Son los que quieren imponer una filosofía excluyente a toda la nación, que presentan como rancio conservadurismo y cuyos fundamentos, dicen, se encuentra en la historia de los Estados Unidos. Desviarse de esa corriente es, para sus defensores, una actitud antiamericana; es como si se tratara de resucitar el Macarthismo y que en el Acta Patriótica existen reminiscencias de aquel periodo.

Aquellos que se empeñan en mantener de cualquier modo la doctrina económica de la Escuela de Chicago y de Friedrich Hayeck, el economista de origen teutón tan delirante como su par Karl Marx, que ha probado ser un fracaso social y la clave de la actual crisis económica que asola a los Estados Unidos y que, mucho antes, provocara la ruina económica de Argentina.

Son los mismos que en el Congreso de los Estados Unidos votan en bloque, unánimemente en contra de cualquier propuesta de la bancada contraria, y pretenden conformar un Congreso hecho a su medida y capricho.

Son aquellos políticos y candidatos que atacan a sus adversarios con los insultos más peyorativos y les acusan de cualquier cosa para resquebrajar su credibilidad sin importarles saber que están mintiendo.

Jamás argumentan con criterios lógicos, razonados, con solo afirmaciones rotundas, haciendo uso de la verdad a medias y si es necesario, recurriendo a la mentira.

Defienden los intereses particulares de una élite financiera para la cual están reservados todos los derechos y privilegios y no puede ser objeto de ningún control reglamentado, aunque los perjudicados sean las clases medias y populares.

Son los que apoyan los intereses económicos de la Asociación Nacional del Rifle y los partidarios de convertir a los Estados Unidos en gendarme internacional, los mismos que apoyan  el mantenimiento de la devastadora guerra de Irak.

Sí, ellos me recuerdan los métodos de Fidel Castro.

Cualquier semejanza con el Partido Republicano actual y los ineptos del Tea Party no es una simple coincidencia.




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