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De fiesta con Don Mario

Luis Cino

LA HABANA, Cuba, octubre (www.cubanet.org) - Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa son los principales culpables de que muchos latinoamericanos de mi generación hayamos escogido el azaroso oficio de escribir. A la vez, son culpables de que cada vez que terminamos de leer  libros o  artículos suyos, nos invada la certeza aplastante y desesperanzadora de que jamás seremos capaces de escribir así.

Para nosotros los cubanos, los libros de Vargas Llosa tuvieron  el adicional encanto de lo prohibido. Estaban tan proscritos como los de Milán Kundera, Guillermo Cabrera Infante, Reinaldo Arenas o Alexander Solschenitzin. Aun siguen prohibidos. ¡Qué vergüenza ajena hacen sentir los comisarios que administran –como si fuera por la libreta de racionamiento- la cultura en Cuba!

Por suerte, de un modo u otro, hemos podido leer los libros de Don Mario. Nos los  prestaron con plazo breve para devolverlos (siempre hay alguien que espera para leerlos) o los hemos pagado caro -sin regateos y en cuc- a algún vendedor de libros usados. 

Hace menos de un año conseguí Historia de Mayta con un librero de la calle Reina. Al manoseado ejemplar (edición Sudamericana-Planeta 1985) le faltaban 60 páginas. Lo compré de todos modos.  Era el único título de Vargas Llosa que me quedaba por leer. ¿Tengo que decir cuánto disfruté, a pesar de las hojas de menos, la historia torcida del trosco Mayta?

Leer a Vargas Llosa, además ser una lección magistral de escritura, me ha hecho vivir otras vidas. Ser cadete en una academia militar limeña. Guerrear con los yagunzos nordestinos. Acompañar a Gauguin a la Polinesia. Pasar noches en vela en una guarnición andina en espera del ataque de los terrucos de Sendero Luminoso.  Aguardar ansioso  en un caño amazónico la  llegada de la barca de las visitadoras.

Con Don Mario, sus lectores hemos sido varias veces afortunados. No sé qué hubiera ocurrido con su carrera literaria si en 1953 hubiera ingresado en la Universidad Católica de Lima como prefería su familia. Pero matriculó Letras y Derecho en la Universidad de San Marcos, cuando hervía de izquierdas. Y justo a tiempo cambió la utopía inalcanzable –ese  dislate suprahumano- por la perfección literaria.  

Tampoco sé cómo habría sido la presidencia de Mario Vargas Llosa de haber ganado las elecciones de1990 en su país. En aquellos comicios perdieron los peruanos. Los lectores ganamos unos cuantos títulos más y tal vez  nos ahorramos algún desengaño (sabemos cómo es la política).

Por tanta buena literatura que nos ha dado  como defensa contra el infortunio, celebro con Don Mario su Premio Nóbel. En lo personal,  mis nominados para los próximos premios son Milán Kundera y Salman Rushdie. ¡Y que chillen los comisarios! Los que escribimos en la sombra, pero libres, a la hora de apreciar la obra de un autor, no estamos obligados a poner los bochornosos reparos ideológicos de los escribas con permiso.

¿Cómo no alegrarnos? Este Nobel también es un poco de todos los que por culpa de  Don Mario quisimos ser escritores. O al menos escribir de forma medianamente aceptable. Confieso que ya me adapté a vivir con la envidia de jamás poder escribir algo parecido a Conversación en la Catedral 
  

luicino2004@yahoo.com



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