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Peripecias para una entrega

José Fornaris (PD)

LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) - Después de un  receso obligado de medio siglo, se anunció oficialmente, hace dos meses, que la Academia Cubana de Historia volvía a entrar en funciones.

El doctor Eduardo Torres Cuevas, quien a su vez es el director de la Biblioteca Nacional José Martí, fue nombrado su presidente. El anuncio especificaba que la sede  de esa Academia estaba ubicada en el Colegio de San Jerónimo de La Habana, en la calle de los Obispos de la Habana Vieja.

Ante la buena nueva, un grupo de personas, doce en total, decidieron  solicitarle, a través de una misiva, a los ilustres académicos que hicieran lo posible para que el  20 de mayo, día del advenimiento de la República, sea restablecido con todo el reconocimiento y los honores que la fecha representa  para los cubanos y la historia de nuestro país.

A los efectos fui comisionado para entregar la carta. A principios de noviembre me presenté en el benemérito Colegio. Lo primero que sucedió fue que en la recepción nadie sabía absolutamente nada de la existencia de la restablecida Academia de Historia. No obstante, me permitieron subir al tercer piso del edificio, donde está la Academia de la Lengua, para ver si alguien sabía del asunto. Allí una amable señora me dijo que la Academia de Historia iba a estar localizada en ese mismo piso pero que el local no estaba acondicionado.

Una semana después, el doctor Torres Cuevas, en una entrevista publicada por el periódico Granma, ratificó que la Academia de Historia estaba ya vigente nuevamente y que su sede estaba en el Colegio de San Jerónimo de La Habana.

El viernes 19  regresé al lugar para entregar la misiva. De nuevo me permitieron subir al tercer piso del inmueble; esta vez fue la bibliotecaria de la Academia de la Lengua quien me atendió. Me acompañó hasta el local  de la Academia de Historia donde ni siquiera había una silla. Lo único que vi, a través de los cristales  frontales, fue una alfombra, o algo parecido, que se encontraba enrollada en el centro de la sede académica.

Pero como ya urgía entregar la carta, porque se estaba envejeciendo en relación con la fecha en que fue redactada, y como en la práctica la Academia de  Historia aun no tiene sede, aunque se diga de manera oficial lo contrario, tuve que presentarme en la Biblioteca Nacional.

En la recepción me indicaron que subiera a la oficia del doctor Torres Cuevas y le entregará el documento a  su secretaria. En la oficina no había nadie, y allí estuve esperando media hora a que alguien apareciera. Pero fue en vano. Entonces entregué la carta con la petición, a la recepcionista.

Ahora estamos a la espera de que los ilustres académicos, a través de su presidente, nos hagan saber que recibieron la misiva con la petición. No obstante, previendo que las peripecias de esa carta continúen y no llegue a sus destinatarios, en los próximos días quizás haya que hacerla pública.

fornarisjo@yahoo.com





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