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Los dilemas del reajuste laboral

Jorge Olivera Castillo, Sindical Press

LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) - A paso de tortuga marcha el programa de supresión de puestos de trabajos en los establecimientos del Estado. Rumores fidedignos indican que, dado el nivel de tensiones, en algunos casos se ha detenido el proceso para buscar fórmulas menos agresivas.

Es posible que no se cumplan las expectativas de aligerar la abultada empleomanía estatal, en el orden de los 300 mil, en lo que resta del año 2010 y el primer trimestre del 2011.

Frente a tales alternativas, es muy difícil que el ritmo previsto para la eliminación de plazas se cumpla. La posibilidad de dedicarse al trabajo por cuenta propia sólo ocuparía una modesta fracción de la demanda. No todos los desempleados cuentan con las habilidades y la voluntad de probar suerte en un sector lastrado por múltiples limitaciones impuestas por el Estado. ¿Dónde está el mercado mayorista que proveerá materias primas, herramientas y accesorios a precios tolerables? ¿Cómo lograr el equilibrio entre las severas tasas impositivas y  las ganancias, en medio de tanta regulaciones que imposibilitan lograr resultados medianamente rentables?

El hecho de que en el sector de la construcción (en más de un 90% en manos del Estado) se necesiten alrededor de 30 mil personas, y que en los campos, la mitad de los terrenos cultivables se mantengan ociosos, más que un incentivo para los candidatos a la cesantía, es desalentador. Aparte de las condiciones físicas necesaria para realizar las referidas labores, nada se habla sobre aumentos de los salarios, ni otros estímulos que hagan atractivos estos trabajos.

El clima que se respira en Cuba, ante reformas que parecen fruto de la más rigurosa doctrina neoliberal, es de total incertidumbre.  Las ilusiones en torno al posible éxito de las anunciadas medidas de capitalismo salvaje son, en el mejor de los casos, moderadas.

Implementar los denominados Lineamientos de la Política Económica y Social, con la hipotética idea de salvar al sistema de partido único por medio de transformaciones inconexas y con un apreciable grado de subjetividad, podría llevar a la desarticulación definitiva de la sociedad.

Sin una inyección financiera de consideración, ni leyes que promuevan y protejan  a las entidades como y a actores de una, todavía ausente, economía de mercado, las posibilidades de éxito del plan son remotas.

El juego apenas comienza. Conservar intacto el andamiaje político-ideológico, mientras le hacen guiños al capitalismo, es el plan de supervivencia de la nomenclatura. Habría que ver cómo termina este ejercicio de malabarismo sobre la deshilachada cuerda de una revolución experta en descontroles e ineficiencias.

oliverajorge75@yahoo.com 





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