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Cuando matar al dictador se convierte en un juego más 

Miguel Saludes

MIAMI, Florida, noviembre, www.cubanet.org -El lanzamiento al mercado de un video juego que ofrece la entretenida misión de intervenir de manera virtual en episodios de la Guerra Fría, provocó una rápida reacción en la prensa oficialista de Cuba. En la Isla la comercialización del nuevo producto ha sido catalogada como una nueva maniobra imperialista contra la vida de Fidel Castro. El revuelo se justifica porque los fabricantes de Call of Duty, cuya traducción vendría siendo Llamado del deber, tuvieron la idea de poner la liquidación del ex gobernante cubano, entre las tareas especiales a ejecutar por los participantes. La empresa Activision Blizaard Inc. radicada en California, se suma ahora a la larga lista de los acusados por La Habana de planificar de alguna manera la muerte del dictador más antiguo del continente y del mundo, quien afirma haber sobrevivido a seiscientos eventos mortales en su contra.

Fuera del ámbito cubano la noticia sobre el evento recreativo es tomada con normalidad. Incluso entre los exiliados la polémica sobre esta cuestión ha sido muy variada, contando con un abanico de opiniones que va desde el reducido número que celebran el evento como un hecho político, pasando por una mayoría de indiferentes y los que ven el producto como lo que es: una acción lucrativa de la industria del pasatiempo. 

Mientras Cubadebate y algunos blogueros al servicio del régimen se hacen eco de la última noticia del mundo del entretenimiento digital, los creadores del juego ven más que justificada su obra, que en pocos días les ha reportado millonarias ganancias. En esta ocasión la violencia implícita en el esparcimiento no va dirigida contra policías o soldados, como en anteriores versiones, donde los jugadores actuaban el papel de un delincuente o terrorista, según el caso, participando a través del personaje ficticio en una secuencia sangrienta donde la ley y el orden no quedaban bien parados.

Los críticos sustentaban su aversión a este tipo de juegos principalmente en la brutalidad descargada contra los representantes de la justicia, y que los jugadores, adolescentes y niños en muchos casos, asumían el rol del sicario criminal. Con Call of Duty el problema parece quedar superado porque ahora las armas apuntan contra los verdaderos malos de la película, aunque en un momento de la historia superado. El único ribete de realismo está en el toque pintoresco que brinda la figura de Castro, integrado en la trama como pieza importante en el enfrentamiento del mundo comunista contra Estados Unidos.

Aunque las opiniones se mantienen divididas acerca del daño psicológico que estos video juegos pueden crear en las mentes más jóvenes, no es menos cierto que la abundante violencia que suelen incluir junto a la falta de basamento ético que no pone limite a la morbosidad  y la banalidad que encierra el contenido de estos materiales, dejan margen para el lógico rechazo de la sociedad.

En cuanto al cuestionamiento moral de la muerte de otro ser,  aunque sea de manera virtual,  siempre podrá ser discutible, aún tratándose de un personaje negativo. Centrar la eliminación física de un dictador como objetivo supremo de un supuesto justiciero, para quien matar se convierte en una suerte diversión, hace muy confusa la definición entre acto de justicia y asesinato. Mejor sería potenciar otras habilidades inherentes al uso de la razón, fuerza mayor para elevar al ser humano hacia niveles superiores.

Temáticas interesantes, creativas y constructivas que puedan ser llevadas al mundo de los juegos existen. Pienso, por ejemplo, en la posibilidad de recrear el liderazgo en una sociedad sometida a dictaduras, donde el reto sea desarrollar una apasionante misión democratizadora. Objetivos también pueden ser la lucha anti terrorista, el crimen organizado o la piratería que infesta ciertas regiones del planeta. Hasta la supervivencia en un ambiente de expansión planetaria sería un buen propósito para mediante el juego vencer las situaciones y males con el uso de la inteligencia, preferiblemente al de la fuerza. Claro que la rentabilidad siempre dicta la última palabra. Decenas de millones en ganancias generadas por el último juego a sus creadores, es un motivo convincente que supera razones de lógica y cuestiones éticas.

A fin de cuentas ni siquiera con este juego se logra matar al dictador. La sugerencia de que los jugadores solo han conseguido eliminar a su doble, sirve de soporte, sin quererlo, al mito de su invencibilidad, la eficacia de los servicios que lo protegen, la torpe actuación de sus contrapartes y lo que parece responder mejor a una realidad, y es que Fidel Castro es un producto que sigue vendiendo y del que viven muchos de los que dicen quererle muerto. Al menos es lo que parecen pensar los productores de la versión con la historia del doble que abre posibles continuaciones.

Mientras el único protagonista de la vida real de Call of Duty saca ventaja mediática del hecho ocupando lugar en la noticia, miles buscan la manera de participar en la hazaña de eliminarle. Jorge es uno de los que ya incursionó con éxito en la aventura. De ella salió indemne, sin perder un ápice de su inocente bondad. Para él solo hubo de extraordinario el sabor de haber pasado la aventura de un juego y ni siquiera le pareció frustrante el detalle del doble. Mucho menos se volvió un psicópata. Lo peor es que ni él ni sus padres, ni los de cientos de jóvenes cubanos que se deleitan con este video juego en su vida de exiliados, observan que el objeto de su recreo es parte sustancial de su propia pesadilla. Ellos son los únicos perdedores, que invierten energías útiles, dinero y tiempo en un esfuerzo que no les da beneficio alguno.





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