Augusto Cesar San Martín
LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) - Reproduzco el texto del SMS que me envió la pasada semana Bernardo Arévalo Padrón: “Hermano Cesar, a Libertad y a mí la dictadura nos sigue denegando la carta blanca para Suiza. No estoy bien de salud, hoy la dermatóloga me dijo que tengo que operarme los dos quistes que tengo en la nariz, pero tengo miedo de operarme en Cuba. ¿Qué me aconsejas? Saludos”.
El periodista independiente Arévalo Padrón cumplió una condena de seis años de privación de libertad por el delito de desacato. Dicho delito fue llamar mentirosos a Fidel Castro, y Carlos Lage, ex secretario del Consejo de Estado. Cumplida la condena el 13 de noviembre de 2003, su situación como perseguido político se hizo cada vez más crítica, por lo que decidió solicitar refugio político, el que le fue otorgado por el gobierno de Suiza en agosto de 2009.
Cuando la embajada suiza lo aprobó, consideramos que era el fin del martirio vivido por Bernardo y su esposa, Libertad. Otorgada la visa, solicitaron el permiso de salida a las autoridades migratorias, pero les fue denegado.
Arévalo Padrón, trabajador ferroviario devenido periodista independiente, y su esposa, Libertad Acosta Díaz, secretaria de la Iglesia Católica Jesús Nazareno el Buen Pastor, en el municipio Aguada de Pasajeros, quedaron atrapados en la trampa que retuerce el derecho del libre movimiento de los cubanos: la tarjeta blanca.
Con la voluntad que lo caracteriza, el matrimonio continúo su vida hasta que el diálogo entre el cardenal Jaime Ortega y el gobierno propició la intervención de la Iglesia Católica para resolver el dilema de la pareja. A través de Orlando Márquez, secretario del cardenal y director de la revista católica Palabra Nueva, conocieron de las gestiones realizadas por la Iglesia.
El 18 de octubre de 2010 Arévalo Padrón conversó por cuarta y última vez con Márquez Hidalgo, quien aniquiló su esperanza al comunicarle que las gestiones con el gobierno han sido infructuosas, en su caso y otros similares.
Es en este punto donde el aplauso al diálogo Iglesia-Gobierno queda detenido, y se reinicia, diezmado, con el romance televisivo de las partes en la apertura de un nuevo seminario religioso.
El resultado del diálogo llega a su fin con la respuesta de los presos políticos que se niegan a ser deportados, y los síntomas de intolerancia que describen la continuación de la política dogmática del Gobierno. Cabe preguntar de qué parte está el odio y de cuál la disposición al diálogo. ¿De qué lado está la mano que golpea y de cuál la otra mejilla que se ofrece?
¿Dónde están las verdaderas intenciones? Cuando se confunde el interés del diálogo, se corre el riesgo de invocar el beneficio público para el bien de un grupo y esto, sin lugar a dudas, es la esencia de las dictaduras.
sanmartinabistur@yahoo.com
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