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Congresos para qué

Miguel Iturria Savón

LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) – La otra noche, mientras esperaba al meteorólogo que ofrece el parte del tiempo en el Noticiero Nacional de la Televisión, escuché el llamamiento del General Castro al pueblo de Cuba para que se sume al análisis de los lineamientos sociales y económicos que aprobará en abril del 2011 el Congreso del Partido Comunista.

Ya había olvidado al partido único y sus congresos quinquenales, pero recordé aquel llamamiento de 1992, cuando se le pidió a la población que opinara. La gente dijo muchas cosas y los hombres del poder doblaron la página. Otra vez la misma película, como el “debate” del año pasado para subir la edad de jubilación, y meses después se anuncia el despido de un millón de trabajadores, con el “visto bueno” del partido y de la central obrera controlada por la organización.

Como no es posible entender la cronología de los absurdos e improvisaciones de quienes dirigen al país como si fuera un regimiento de caballería, apagué la tele y olvidé el parte meteorológico. ¿Qué sentido tiene saber de la lluvia, el frío o los ciclones si el huracán es desatado por los gurús del Palacio?

Ni pensando en H. G. Wells y su máquina del tiempo es posible entender a estos dioses rotos que perdieron el rumbo, escriben llamamientos y sacan de las gavetas los congresos relegados, para retocar las desgarraduras nacionales. Si el bulldog del castrismo leyera El hombre invisible, El alimento de los dioses, La puerta en el muro y otras obras de Wells, activaría la imaginación y nos ahorraría el cuentecito sobre el papel del partido, sus congresos y lineamientos rectores.

Tal vez Raúl Castro, como el escritor con sus fantasías, sepa que los sueños de dominación no tienen asidero en la realidad. Ni las revoluciones son eternas ni las personas pueden creer en un modelo social que demora las transformaciones y trasmuta sus fracasos en pesadillas inacabables.

Los congresos del Partido Comunista de Cuba, reorganizado en 1965 y reconocido por la Constitución Socialista de 1976 como la “fuerza dirigente superior de la sociedad y el Estado”, continuaron la ortodoxia política trazada por Lenin, fundador de la Unión Soviética, a cuyo carril estuvimos afiliados durante tres décadas. Al desaparecer aquella fuente de recursos y orientaciones la nave insular quedó a merced de los vientos. El ciclo quinquenal fue interrumpido, desde 1990 se celebra o pospone según convenga a los hermanos Castro, secretarios en jefes.

Ahora, después de una década de posposiciones, las aguas del molino totalitario retoman los afluentes del Partido. Sobran los porqués y para qué, pues la dictadura conoce sus máscaras. Si necesita recobrar la brújula de los congresos partidarios impondrán lineamientos y orientaciones. Creo, sin embargo, que no vale la pena desgastarse en discusiones inútiles. Para abrir las puertas del muro hay que convocar a todas las fuerzas del escenario nacional y normalizar la vida del país.    





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