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Ravsberg no conoce a la población cubana

José Alberto Álvarez Bravo 

LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) - Como ya es habitual, Fernando Ravsberg  se bambolea en la cuerda floja del servilismo a la dirigencia cubana, que le permitió radicarse en la isla, conservando el privilegiado status de extranjero, a cambio de edulcorar la píldora del socialismo real.

Esta vez convoca al enojo cuando se lee el texto Matrimonios y algo más. “Esto es como casarse en el paraíso”, dice que le dijeron, al unísono, los novios, una joven pareja de canadienses vestidos para la ocasión.

Resulta que los norteños vinieron a casarse en Cuba, pero no en el Palacio de los Matrimonios de San Miguel del Padrón, sino en el cayo Santa María, una bellísima islita del archipiélago cubano.

Sigue contándonos el sudamericano aplatanado que “el año pasado de casaron más de 500 parejas de extranjeros en sus playas” y que, como no lo creía, decidió comprobarlo con sus propios ojos, “lo que no significó ningún sacrificio”. Por supuesto. Y hacia el cayo dirigió su auto Ravsberg, quien batalló en otro tiempo para instaurar en su natal Uruguay la simiente del devaluado socialismo castrista.

Confiesa que entre las sorpresas deparadas por el paradisíaco escenario, “la más importante fue la cantidad de cubanos que encontré allí”. A lo que agrega la facilidad para distinguir a los cubanos de los extranjeros, y a “los que vienen de Miami” de los encadenados al terruño.

Se nota la nostalgia de este buen señor por “la calma y el silencio que se vivía cuando estaba prohibida la entrada a los nacionales”. Hasta este punto se puede leer su trabajo sin mayores emociones. En cambio, el “emocionómetro” se dispara ante una frase que ofende a la más modesta inteligencia: “Los turistas de otras latitudes tienen ahora la posibilidad de relacionarse con la población del país”.

Tronco de irreverencia a la verdad objetiva.

El señor se da de narices contra su propio irrespeto. Fresco como una lechuga después de haber disparado semejante canallada, Ravsberg pifia a la hora de enumerar los componentes de “la población del país: artistas, deportistas, emigrados, trabajadores por cuenta propia y los que laboran en polos turísticos”.

A este sector privilegiado que el uruguayo confunde con “la población del país”, habría que agregar la tropilla de agentes de Seguridad del Estado, privilegiados y oportunistas de toda laya, revueltos con la “izquierda bistec” internacional que continúa defendiendo a un régimen corrupto.

Para que “los turistas conozcan a la gente del país que visitan”, Fernando Ravsberg debiera guiarlos a la Corea, Indaya, o cualquiera de los barrios marginales que pululan en los alrededores de La Habana, donde malviven personas con pleno derecho a no ser ignoradas cuando se habla de “la población del país”, sin agregar que en muchos solares del resto de La Habana encontrará mucha gente que no sabe que el cayo santa María existe.





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