Frank Correa
LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) - La revolución energética supuestamente ahorró combustible al país, pero dejó a mucha gente endeudada. Aires acondicionados, televisores y refrigeradores de procedencia china, sustituyeron los viejos aparatos que fueron retirados en camiones movilizados para ese fin, tripulados por trabajadores sociales, un mecánico para diagnosticar que el equipo viejo estuviera funcionando, dos soldados del Ejército Juvenil del Trabajo para cargarlo, y un policía.
Mucha gente no quiso el canje, pues los viejos refrigeradores americanos se mantenían trabajando bien, y los rusos daban la talla por el mantenimiento constante y la chapistería, pero finalmente tuvieron que verlos marchar en los camiones, y se resistieron a pagar el nuevo, made in China.
Al cabo de dos años, la deuda de los ciudadanos por los electrodomésticos que compraron bajo presión, suma millones a la deuda con China, y pende como espada de Damocles sobre las entidades del Poder Popular, que presionan para que la gente suelte el “guaniquiqui”. Juan Luis está entre esos casos, está desempleado y no tiene un centro de trabajo que lo certifique con el banco.
Azuzado por el bodeguero, encargado del control del control de los impagos, y por el delegado del Poder Popular, que tiene que rendir cuentas a “arriba” y le dijo que los “morosos” irían ante los tribunales, Juan Luis fue a la Oficina Nacional Tributaria a hacerse el harakiri con la deuda. Él se considera estafado, pues le recogieron su Philco americano, que jamás había pestañado, y le dejaron el Haier chino, y una deuda de 6 mil ciento diez pesos. La única solución que ve para salir del problema, es pagar una cuota mensual asequible.
Había una multitud en la Oficina Tributaria, y hasta las diez de la mañana no lo atendieron. La funcionaria encargada de tramitar los pagos le echó un cubo de agua fría cuando anunció que las formas de pago eran al contado o por créditos bancarios, a través de un documento del centro de trabajo. La totalidad de los presentes estaban desempleados o eran amas de casa. Debían buscar un codeudor, un garante, algo imposible de encontrar.
La funcionaria añadió a su perorata que sólo habría chequeras para las “amas de casa puras”, algo que nadie entendió. Las mujeres que estaban en la cola se miraron sin con cara de lunáticas, y una de ella preguntó a la funcionaria:
-Oiga, compañera, ¿de qué tamaño debe la pureza para que nos suelten la chequera?
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