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Guerrilleros de la tercera edad

Adolfo Pablo Borrazá (PD)

LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) - Florinda y Manuel son dos ancianos que en su juventud lucharon contra la dictadura de Fulgencio Batista. Pertenecieron al Movimiento 26 de julio, y se sienten orgullosos de ser comunistas (o socialistas, que es como prefieren decir ahora).

Cuentan que por orden del Máximo Líder, durante la lucha revolucionaria contra la anterior dictadura, ponían bombas en “lugares estratégicos” y que armaban un tiroteo en cualquier lugar de la capital. Dicen que la cuestión era combatir el régimen y las acciones llevadas a cabo, aunque violentas, estaban justificadas.
Luego del triunfo revolucionario, el matrimonio santiaguero se asentó en La Habana y vive, hasta el día de hoy, feliz y orgulloso de lo que hizo para lograr el triunfo de su revolución. Incluso, si hubiera que repetirlo, no dudarían en tomar las armas y colocar nuevamente explosivos donde sea.

Sin embargo, cuando ven a las Damas de Blanco, su odio irracional aflora y las llaman contrarrevolucionarias, viejas oportunistas que reciben dinero del imperio y gusanas.

Manuel cobra una pensión de jubilado de 500 pesos; elevada si se compara con lo que recibe la mayoría de los ancianos jubilados. Pero si tenemos en cuenta que Florinda no recibe nada del Estado, llegamos a la conclusión de que su fidelidad y militancia inquebrantables, y su labor terrorista, han sido recompensadas en la vejez 250 con pesos mensuales para cada uno, aproximadamente 12 dólares.

Sobreviven gracias a una de sus hijas, que  alquila habitaciones de su casa a extranjeros. La muchacha casi siempre tiene huéspedes canadienses y europeos, principalmente franceses, a los cuales el matrimonio luchador relata sus historias de revolucionarios.

Hace poco uno de los huéspedes debatió con los ancianos, y les dijo que sus aventuras revolucionarias de juventud se parecen mucho a las de Hezbolá, Al Qaida e incluso recuerdan los actos que adjudican al mismísimo Posada Carriles.

Florinda y Manuel se sintieron insultados, al extremo de que le pidieron a su hija que expulsara al “gringo agente de la CIA” que los había llamado terroristas. La herejía del yuma tenía que ser respondida con firmeza revolucionaria. ¿Qué dirían sus antiguos compañeros de lucha? ¿Flojera con el enemigo? No, el yuma se había vuelto loco y pagaría las consecuencias.

Pero el fervor revolucionario de los ancianos chocó con la inquebrantable muralla de pragmatismo de la hija que les recomendó que se dejaran “de comer mierda”, que ese yuma era uno de los que más dinero traía a la casa, y que gracias al alquiler que pagaba el gringo, no a la revolución, ellos comían como muy pocos viejos en Cuba. 

Los combativos viejitos quisieron morirse; su hija los había traicionado por los dólares de un yanqui (que en realidad era canadiense, pero da igual). No concebían que esos papelitos verdes pudieran más que todos los ideales que le habían inculcado a su niña.

Una semana después, le informaron a la hija que se irían para un hogar de ancianos, construido por la revolución, que no deja desamparados a los antiguos luchadores revolucionarios. Y así lo hicieron.

Tres días después, regresaron a casa, cabizbajos y con el rabo entre las patas. Su última aventura revolucionaria había fracasado. La comida en el hogar de ancianos era poca y muy mala; la atención, pésima. Los empleados ni se ocupaban de los viejos.

Florinda y Manuel han tenido que “pactar con el enemigo” y convivir con él, para poder comerse un plato decente de comida; algo que sólo los dólares imperialistas pueden comprar en las tiendas de divisas.

No obstante, insisten en contar sus historias de bombas y tiroteos, y multiplicar sus loas al Máximo Líder. Pero nunca hablan del fracaso de su última aventura guerrillera en el hogar de ancianos revolucionarios.

adolfo_pablo@yahoo.com





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