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Árbol que nace torcido

Tania Díaz Castro

LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) – Fue obvio, desde sus inicios, el fracaso de la primera experiencia de “construcción del socialismo”, la soviética, que ocurrió en un país atrasado y semi feudal, y no como vaticinaran Marx y Engels, en un país capitalista industrializado.

Ya en los cuatro primeros años del golpe de estado perpetrado por Lenin en Moscú, en su empeño por implantar un programa de transición gradual al socialismo, Rusia se vio sumida en una profunda crisis económica, con sus campos devastados y los campesinos padeciendo hambruna. Su producción industrial sólo había alcanzado el 31% de los niveles logrados durante el zarismo.

Cuando Lenin se enfrentó al descontento popular y a los alzamientos en su contra, como el de los marinos de Kronstad, en 1921, retrocedió, por temor a que su  Revolución se desmoronara.

Entonces que puso en práctica una nueva política económica, la misma que había combatido, propia del capitalismo, con el fin de asegurar un rápido crecimiento económico en Rusia.

La Nueva Política Económica de Lenin, conocida por sus siglas NEP, que comenzó a aplicarse en 1921, fue calificada por él mismo como un “retroceso táctico”, inevitable dadas las circunstancias históricas del país. Lenin descentralizó la industria estatal, se legalizó el comercio privado, se desnacionalizaron los pequeños negocios y los campesinos volvieron a disfrutar de un mercado libre.

Todo esto contribuyó a que, gracias al sector privado, Rusia alcanzara generar el 54% de la renta nacional, y que en el corto plazo de cuatro años hubiera recuperado los niveles de producción que tenía bajo el gobierno del Zar, en 1913.

Aunque la NEP tuvo resultados positivos, los comunistas más ortodoxos le atribuyeron graves consecuencias ideológicas. ¡Como si el pueblo se alimentara con ideología!  Según ellos, desarrolló el individualismo y propició la explotación del trabajo ajeno.

Luego de los años treinta, con Stalin en el poder, las medidas capitalistas de Lenin desaparecieron, para dar inicio a centralización, controles excesivos y represión.
Sin embargo, a pesar de haber sido saqueada y devastada durante la Segunda Guerra Mundial, de la Guerra Fría y del bloqueo económico que sufrió, la reconstrucción de la URSS fue  reconocida por el mundo entero. Los soviéticos incluso llegaron a fabricar la bomba atómica, para equipararse militarmente con Estados Unidos.

Pero, mucho antes de los años ochenta, el edificio soviético, plagado de viejas y profundas grietas, ya comenzaba a tambalearse. Los ancianos dirigentes como Andropov y Chernenko no sabían qué hacer; el Partido Comunista perdía prestigio ante el fracaso económico, con un modelo económico convertido en un laberinto sin salida, un nivel de vida cada vez más bajo y gastos militares muy superiores a los de Estados Unidos.

Un país en ruinas encontró Mijail Gorbachov en marzo de 1985, cuando asumió el poder, y comprendió que, como en tiempos de Lenin, era necesario transformar el anacrónico sistema socialista, aplicando algo parecido a la NEP leninista.

Todos sabemos lo que ocurrió entonces: para lograr riqueza y democracia, la URSS tuvo que desaparecer y deshacerse del control único de su partido comunista, su gobierno, su estado totalitario y de la utopía de un sistema social que nació torcido.





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