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Una bofetada de la revolución

Adolfo Pablo Borrazá (PD)

LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) - En menos de dos  días, el gobierno por el cual fue capaz de golpear y patear a coterráneos suyos lo echará del trabajo sin muchas explicaciones. Para Reinier, la revolución lo era todo; le dio el trabajo, un cuartucho donde vivir, la escuela a su hijo y cada mes le vende un poco de azúcar, arroz y frijoles mediante la libreta de racionamiento.

Dentro de poco, también por obra y gracia de la revolución, Reinier será un desempleado e integrará entonces las filas de los posibles reos por “peligrosidad social pre-delictiva”, ese engendro “legal” cubano que permite enviar a la cárcel a alguien que no ha cometido ningún delito, pero que las autoridades piensan que podría cometerlo.  

Pero su madre, fanática de Fidel y la revolución, confía en que su hijo no será abandonado a su suerte.

Trabajador de Seguridad y Protección (SEPSA), Reinier custodiaba hoteles, restaurantes, residencia de diplomáticos  y el parque cercano a la Sección de Intereses de Estados Unidos (SINA), en el que los guardias de SEPSA son los nuevos vigilantes y los encargados de propinar las pateaduras a los opositores que allí acuden.

Aunque la lista de actividades por cuenta propia que la revolución le permitirá realizar “es larga y está llena de posibilidades”, según dice su madre, Reinier no sabe hacer otra cosa que cuidar los bienes del Estado, y hacer, a costa del mismo Estado y a escondidas, algún que otro negocito ilícito.

Su esposa, aunque aún no ha sido despedida por la revolución, ve el futuro negro. Y no es para menos. Mira con roña a su fanática suegra, sin comprender cómo puede haber gente tan ciega.

Reinier y su esposa  tienen 32 años; un hijo de ocho  que come como un troglodita y al que el Estado le retiró la cuota de leche al cumplir los siete, como ocurre con los niños cubanos. A la pareja la situación se le ha puesto difícil. Nunca pensaron que la revolución fuera capaz de hacerle semejante cosa  a Reinier, que es un trabajador revolucionario y ejemplar. Pero, lo más importante es “salvar la revolución”, que está por encima de todo y no entiende de sacrificios ni lealtades.

Para Reinier el despido de su centro laboral es una verdadera bofetada.  Para la gente que el pateó, como parte de sus funciones laborales, es motivo de alegría. Para su madre, se trata de algo temporal que la revolución seguramente corregirá. Para su mujer, que se lo dice a todo el que quiera escucharla, es el comienzo de una vida de perros; la misma que lleva la mayoría de los cubanos.

A veces la vida es cruel y hay amores que matan. Reinier, engañado y traicionado por su amada revolución, es testimonio viviente de ello. Bienvenido sea al club de los nuevos desamparados, donde lo esperan  la desesperación y la miseria; al menos, no estará sólo, con el llegará más de un millón de cubanos.

La revolución, tan prodiga en implantar records y sobre cumplir metas, implanta otro récord; no recuerdo ningún empleador que de un plumazo haya despedido tanta gente.

adolfo_pablo@yahoo.com





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