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Una mujeronga cubana

 

Teresa Dovalpage

TAOS, Nuevo México, diciembre, www.cubanet.org -El periodista y dramaturgo venezolano Andrés Correa cuenta ya con varios importantes reconocimientos. Su obra Mientras te olvido quedó en tercer lugar del concurso Nuestras Voces auspiciado por Repertorio Español en 2009. Ahora, en 2010, ha vuelto a resultar finalista (y con muchas posibilidades de ser el ganador) en el mismo concurso con su obra En el Intento.

Hay mucha tela por dónde cortar a la hora de analizar los protagonistas de Correa, pero por el momento me centraré en el análisis de una de sus más logradas heroínas, que en general se caracterizan por ser definitivamente mujeres fuertes, mujerongas, como se diría en Cuba. Y de Cuba es precisamente Celia, protagonista principal de Mientras te olvido.

Aunque Celia se llena la boca para decir que la política no le interesa, algo que repite varias veces durante sus parlamentos, en realidad se ve que no es así. La política  en su sentido más amplio, con su secuela de prisiones y exilio, le ha arruinado la vida, o al menos se la ha cambiado de tal forma que ni ella misma se puede reconocer en la tímida muchachita con miedo escénico que fuera un día. La política se cuela en las conversaciones de a diario, en la vida que lleva en el exilio, y serpentea en la animadversión que Celia siente por quienes van a Cuba con el pretexto humanitario:

“Van para allá a mirarnos como si fuésemos un zoológico o animales de circo, a tirar migajas, jaboncitos y crema de dientes… Algunos después vienen y dicen: ay, pobre gente, ingeniosos como nadie… ¡Hipócritas, fariseos! Si de verdad quisieran ayudar, no irían a dejarles dólares a aquellas hienas hijas de la gran puta…”

Sin embargo, Celia no habla mucho de su pasado, prefiere no revolverlo, y dice poco, sólo en frases breves, aunque reveladoras, acerca de su vida en Cuba y sus ilusiones perdidas. Celia parece haber condensado el resto de sus energías en sus hijos y en que éstos alcancen la felicidad que ella no ha logrado encontrar. Oliver, el mayor, es el centro de sus más caras esperanzas: “Yo sólo quiero que mi hijo sea feliz,” dice una y otra vez, y para resguardar la felicidad de ése, le oculta que su hermano Emilio, ingresado en una clínica de rehabilitación para alcohólicos, se escapa a menudo, la insulta a ella y hasta la golpea.

Pero Celia sobrepone a sus circunstancias adversas y termina, en sus propias palabras, echando una ojeada optimista hacia el futuro: “hay que mirar para arriba y caminar hacia adelante, cueste lo que cueste…” Sus conversaciones con el marido lo son, al fin y al cabo, consigo misma; intentos de enfocarse en su propia vida, que hasta a ese momento parece habérsele ido cuidando a los demás y sacrificándose por ellos. El final de la obra es realmente una reconciliación con su historia personal, con su pasado cubano y con su propia vida. En la escena que cierra Mientras te olvido, Celia, después de vencer uno de sus mayores miedos (a cantar en público, esto es, a usar su propia “voz,” no importa cuán desafinada), se duerme suavemente, dispuesta a comenzar con nuevas fuerzas otro día.

Escrita por un periodista venezolano, esta obra es una de las que mejor refleja el conflicto de los exiliados cubanos y las heridas que el destierro y la lejanía de la patria ha causado en ellos.

Y sin embargo… al parecer los personajes de Mientras te  olvido continuaron persiguiendo a su autor, porque Correa les dedicó una segunda obra, En el Intento, en la que retoma a Oliver, Emilio y Celia. Ésta comienza con la boda de Oliver, el hijo modelo por quien su madre ha hecho los mayores sacrificios –hasta el punto de reescribir la historia familiar a fin de no afectarlo. En la primera escena aparece un personaje femenino ya esbozado en Mientras te olvido, y que, como todos los de Correa, tiene una fuerza singular. Se trata de Ermenegilda, la antigua empleada a tiempo parcial de Celia, plena de sentido común y gracia barriotera, cuyos parlamentos tienen la virtud de hacer poner los pies en el suelo al resto de los personajes.

Aquí vemos a Celia otra vez interesada en la política, y ya más integrada a su nueva “American life,” dispuesta a colaborar con la elección de un candidato republicano (aunque no se menciona el nombre, se entiende que se trata de George W. Bush). Dice: “¿Y yo, que juré que en mi vida volvería a meterme en brejetes de política? Si me viera Montoya… Me parece oírlo diciéndome: ‘la lengua es el castigo del cuerpo’”… 

Al mismo tiempo, en esta segunda obra se aprecia más la evolución del personaje, que es mucho más abierto sobre lo que ha pasado y ya no teme hablar de su vida en Cuba y de lo que el exilio significó para la familia completa. La franqueza de Celia, y su desconsuelo, reboza en frases como ésta:

“Lo único que yo necesito es que me digan dónde queda la ventanilla dónde uno va y reclama para que le devuelvan los años y el país que le han robado… Porque con eso se me fue todo.”

En el Intento tiene una construcción perfecta; juega con el tiempo, con flashbacks a la vida de Celia mezclados con las conversaciones de Oliver con su hermano Emilio y de aquél con Ermenegilda. La reconciliación final entre los dos hermanos, con el lago de Chicago imaginado como telón de fondo (sustituto del mar Caribe, al que no volverán a ver) impacta por la determinación de los personajes, que representan a la nueva Cuba, de seguir adelante.

En el Intento es realmente un adiós a las mentiras y a la historia prefabricada, y una bienvenida a la nueva vida que espera a estos cubanos en su país de adopción.




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