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Lezama y la necrocultura
 

Orlando Freire Santana

LA HABANA, Cuba, diciembre (www.cubanet.org) – Los funcionarios de la cultura oficial cubana tiene la costumbre de ignorar a los artistas y creadores que no simpatizan con el régimen. Sin embargo, desde hace un tiempo, algunos de los excluidos han sido rehabilitados después de su fallecimiento. Pareciera que el hecho de que, muertos al fin, ya no pueden criticar al castrismo los hiciera menos peligrosos. Un ejemplo de esta nueva política, que algunos llaman necrocultura, es el caso del poeta José Lezama Lima.

Muy temprano, en 1959, Lezama fue injuriado por el semanario Lunes de Revolución. Después cayó en el ostracismo al celebrarse el Primer Congreso Nacional de Educación y Cultura, en 1971, y su muerte, ocurrida en 1976, no fue reflejada en los medios de prensa con el realce que merecía su figura. Incluso su monumental novela Paradiso, publicada en 1966, no contó en ese momento con una gran difusión.

A partir de los años noventa, en cambio, Lezama se ha convertido en un Dios para la cultura oficialista. ¿Qué nuevos atributos le habrá encontrado el Poder a la obra lezamiana para colocarla, ahora, en semejante altar?, se preguntan muchos. Sucede que Lezama, a diferencia por ejemplo de Jorge Mañach, siempre prefirió el no acercamiento del escritor a la realidad, y por tanto su obra no reflejaba los problemas sociales del país.

A los gobernantes cubanos les convendría que los escritores actuales siguieran el camino de Lezama, sin incursionar en los temas conflictivos de la cotidianidad. Les resulta más fácil lidiar con el cultivo de una poesía metafísica e indescifrable, que con obras que reflejen la vida en las cárceles, los mendigos que registran en los latones de basura, o las jineteras que venden su cuerpo por un plato de comida. Cualquier seguidor de Lezama, por mediocre que sea, le es ahora más grato al castrismo que los escritores que escriben sobre nuestra realidad, como Ángel Santiesteban, Pedro Juan Gutiérrez o Amir Valle.

No hay dudas de que Lezama, después de muerto, le resulta sumamente útil a la cultura oficialista cubana.





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