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Yo combatí en Angola

 

Frank Correa

LA HABANA, Cuba, diciembre (www.cubanet.org) - En la calle Armas, en un agro mercado estatal donde una larga cola de mujeres y hombres pujaba por entrar a comprar papas, presencié una escena muy triste, cuando un hombre flaco, de la raza negra, sucio, borracho, despeinado y mal vestido, burló la vigilancia del portero para colarse.

El portero le reclamó que hiciera la cola, y  el hombre le dijo que tenía prioridad para comprar porque estaba enfermo, padecía de cáncer, y puso cara de abatido.

-Todos los días dices lo mismo, y tu cáncer es la botella de ron. Mañana no vas a pasar.

No se dio por aludido y avanzó hasta la tarima; compró cinco pesos de papas, las echó en una jaba, y mientras pagaba sacó un pomo con un líquido transparente y se dio un trago, sus ojos refulgieron, salió a la calle entre las amenazas del portero y la protesta de los que esperaban su turno en la cola. De repente, se puso solemne y dijo que él había peleado en la guerra de Angola, con el General Ramón Espinosa Martín, y fue ametrallador de un tanque T-35.

La gente lo criticó más, por haberse dejado utilizar como un peón de ajedrez. Uno le dijo que el General Espinosa vivía en una mansión en el reparto Kholy, y tenía la despensa repleta; sin embargo, él tenía que hacerse pasar por enfermo para colarse a comprar cinco pesos de papas. Una señora dijo que la noche anterior por la televisión había salido un reportaje sobre Luanda, la capital de Angola, una ciudad esplendorosa. En cambio, aquella matazón para comprar papas en Lawton daba pena.

El negro bajó la cabeza y dijo que era verdad, y que estaba vivo de milagro. Contó que en una emboscada donde murieron los integrantes de la dotación de su tanque él se había embarrado de  sangre y permanecido escondido debajo de los cadáveres de sus compañeros hasta que se fue el enemigo. Relató que vio morir a muchos jóvenes en el campo de batalla. Uno se inyectó sosa cáustica en un pie para que lo trajeran para Cuba y otros regresaron a Cuba locos, o se volvieron locos con el tiempo, o borrachos como él.

Reconoció que en otro país sería considerado un veterano de guerra, y tendría el amparo del Estado, y aquí tenía que decir que estaba enfermo de cáncer, para burlar la cola y comprar unas papas, y contar la historia  de cuando peleó en Angola.




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