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Eliades Acosta a 10 centavos

Reinaldo Cosano Alén, Sindical Press

LA HABANA, Cuba, mayo (www.cubanet.org) - La gente no salía de su asombro en la librería cuando el hombre preguntó:

-Señorita, este libro, El Apocalipsis según San George, de Eliades Acosta a dos pesos, ¿es en divisas o pesos cubano?

La confusión se originó en lo barato de la obra y la existencia de dos monedas en Cuba.

-El libro de Eliades Acosta cuesta dos pesos cubanos - respondió la empleada.

El cliente hizo la conversión, en alta voz.

-El libro está bien impreso, el papel es de 90 gramos, empastado, buen diseño, 404 páginas. ¡Es una ganga!

-Así es. Muchos clientes tienen formulan la misma pregunta -dijo la empleada-. Acosta ha pasado a la categoría de los escritores malditos. La orden del gobierno, en estos casos, es siempre sacar los libros de circulación.

-Tienes razón, conozco eso de desaparecer las obras de autores que no agradan al gobierno. Con trabajé cuando era director de la Biblioteca Nacional, en 1997, uno de los duros del gobierno.

El hombre continuó hablando: Eliades Acosta  (Santiago de Cuba, 1959) se graduó de Filosofía en la desaparecida Unión Soviética, y al regreso a Cuba estuvo vinculado a los círculos artísticos, periodísticos, literarios e impartió conferencias en Cuba, Venezuela, Alemania, los Estados Unidos y España, publicó ovarios libros. Es miembro de la Unión de Historiadores y de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC). Fue jefe del Departamento de Cultura del Comité Central del Partido Comunista

-Si el gobierno lo sacó del juego, ¿cómo se explica que El Apocalipsis esté a la venta?

-Los ensayos del libro no están reñidos con el Partido Comunista. De otra manera no lo hubieran publicado. Como usted puede leer en la contratapa, la obra  “intenta
desentrañar las esencias ocultas del movimiento neoconservador norteamericano''. Los libros estaban guardados hace meses y había dos opciones: enviarlos a la empresa de recuperación de materias primas, o ponerlos en venta. Claro, muy barato, para que no se estancaran en las librerías. Primó la decisión económica.

El cliente pagó. Tomó el libro y exclamó:

-¡Carajo, quién lo diría, Eliades Acosta a diez centavos!




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