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Silvio, las mariposas y la ausencia

Luis Cino (PD)

LA HABANA, Cuba, mayo (www.cubanet.org) - Varios de mis mejores amigos, que viven en Miami desde 1980, están felices porque Silvio Rodríguez al fin obtuvo visa del Departamento de Estado norteamericano para actuar en los Estados Unidos. Me cuentan que, como ya se sabe que no será en Miami (prudente y precavido que es Silvio), están ansiosos por averiguar si  finalmente el concierto  “en otro lugar de Florida” será en la ciudad de Orlando. Les da mucha ilusión poder asistir a un concierto de Silvio, que es como volver a estar en Cuba. En la Cinemateca, Casa de las Américas o Bellas Artes, como hace treinta y tantos años.

También me alegro, porque de cierta forma, de ser posible el concierto en Florida, olvidados de lejanías, al menos por casi dos horas, volveremos a reunirnos, gracias a las viejas canciones. Será una oportunidad única para compartir juntos por primera vez las canciones escritas por Silvio en las tres últimas décadas, las que escuché en ausencia de ellos, en los mismos lugares, pero con otros amigos y otros amores, que nunca fueron lo mismo, aunque siguieran igual o peor el hambre y la desesperanza.  

 Con tantas canciones hermosas y los recuerdos que nos evocan, ¿qué importa si quita o pone la r de revolución y luego dice (ay, Silvio) que “ciertas libertades” son fábulas que le recuerdan un cuento de catacumbas de Michael Ende? 

¿Qué vamos a hacer si las canciones de Silvio, zoquete y genial, junto a las de los Beatles, conforman la  banda sonora dulce y amarga de nuestra muy machucada generación melenuda, mezclillosa y minifaldera?

Nuestros amores de entonces, tan contrariados y espinosos como los que vinieron después y los de ahora mismo (cosas del amor en tiempos de dictadura)  discurrían en escuelas de becados, campamentos agrícolas, cañaverales, obras de choque de la construcción, unidades militares, calabozos, tribunales y enrejadas salas siquiátricas para reclutas revoltosos donde, inevitablemente,  tarareábamos o teníamos en mente alguna de las ambiguas canciones de Silvio, que aunque hermosas, a ciencia cierta, si no eran de amor o evidentes panfletos políticos, no sabíamos de qué carajo hablaban. Pero ese era precisamente su mayor encanto.

Algunas citas tomadas de sus canciones deben andar por ahí en algún libro que regalé a alguna amada en los tiempos en que las muchachas aún apreciaban que un tipo flaco, melenudo y miope, expulsado de todos los sitios posibles y con manía de andar descalzo en casa, les regalara un libro con alguna dedicatoria como “Todo se vuelve a inventar si lo comparto contigo”.

Me contaba hace unos días en un e-mail, Rosita, la más querida de mis  amigas, que vive ahora en Coconut Grove, sus recuerdos sobre un concierto de Silvio, a las 12 de la  noche, en la  Universidad de La Habana, allá por los 70. Es curioso, nunca logro que coincidan exactamente mis recuerdos con los de las mujeres que amé.

Estuve precisamente con Rosita en el único concierto de Silvio a medianoche del que tenga memoria. Pero fue la víspera de San Valentín (¿1976, 1977?) en la sala-teatro de Bellas Artes y no en la universidad. Ninguno de los dos teníamos por entonces más de 20 años. “Qué maneras más curiosas de recordar tiene uno”, cantaba Silvio de las mariposas que emergieron de lo oscuro, profeta de nostalgias. Recuerdo que cantó una de mis preferidas: De la ausencia y de ti.  En el viaje de regreso, en la guagua, primero en la 54 y luego en la 31 hasta La Güinera, en la fría madrugada de febrero, Rosita dormía en mi hombro. Y yo, enamorado como un perro, aspiraba el aroma único de su pelo castaño rojizo y tramaba en vano la reconquista.

Por  recuerdos como ese y muchos otros, bien vale volvernos a reunir en un concierto de Silvio. A ver si por fin logramos encontrar el unicornio azul y ya no se nos pierde más.

luicino2004@yahoo.com  



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