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Solidaridad con Y de yugo

José Hugo Fernández

LA HABANA, Cuba, mayo (www.cubanet.org) - Algunos confían, muchos se muestran escépticos, y otros rezan porque un milagro haga prosperar las gestiones que realiza en Cuba la iglesia católica, con el objetivo de que sea puesto en libertad un grupo de presos políticos, y que con ello se logre, además, evitar la muerte del opositor Guillermo Fariñas, quien reclama tal liberación mediante huelga de hambre desde hace 3 meses.

Sobre lo que sí no hay lugar para dudas, aun sin que conozcamos detalles sobre la marcha de las gestiones, es sobre el hecho vergonzoso de que una vez más el régimen demuestra su desprecio ante la justicia y su talante siniestro, al discutir la eventualidad de liberar a esos hombres, presos por el único delito de no compartir sus presupuestos políticos, y al acceder quizás a no dejar morir en huelga de hambre a un ciudadano pacífico e íntegro, no porque reconozca e intente rectificar el tratamiento cavernícola que les ha dispensado, sino sencillamente por tener un gesto de condescendencia hacia la iglesia.  

¿Pero acaso los presos políticos cubanos que han conseguido librarse de sus mazmorras antes de cumplir la condena, no tuvieron el mismo triste destino, o bien al ser obsequiados por el régimen a alguno de sus amigos extranjeros, o como objetos de negociación con gobiernos, personalidades o entidades del exterior?

Jamás los caciques del régimen han practicado, no digamos la justicia, que sería pedirles demasiado, sino la más elemental piedad con sus compatriotas opositores.
Lo curioso es que todavía queden por ahí algunos memos y muchos pillos capaces de elogiar lo que ellos llaman el carácter solidario de la revolución cubana.

¿Cómo puede ser considerada sana, desprendida y sin ocultas intenciones, la acción de un gobierno que mientras se la gasta toda en planes de solidaridad internacional, no es capaz de ser solidario con su pueblo desesperanzado y hambriento?

¿Puede aceptarse que sea solidario un régimen que ordena el acoso, la vejación y la realización de mítines de repudio, con agresión física incluida, contra mujeres indefensas, cuya única culpa es ser madres y esposas de sus prisioneros de conciencia?

¿Es solidario un gobierno que en tiempo de crisis económica se gasta millones de dólares en campañas y trámites para procurar la liberación de cinco de sus espías presos en Estados Unidos, mientras deja morir en huelga de hambre a hombres honestos y pacíficos sin gastar siquiera una pizca de saliva en conversar con ellos para conocerlos y para tratar de entender sus motivaciones?

¿De qué rara manera asume la solidaridad un gobierno de caciques con poder absoluto y eterno, cuyos familiares viven como millonarios en un país en el que los pobres, que son la mayoría, nacen y mueren durmiendo sobre el mismo colchón, cuando lo tienen; nacen y mueren sin conocer más información que aquella que les imponen los medios oficiales; nacen y mueren sin conocer siquiera la existencia de muchos de los privilegios que disfrutan sus opresores; nacen y mueren sin llegar a ingerir ni dos comidas diarias medianamente regulares?.

¿Cómo es posible que no cataloguemos, aunque sea como sospechosa, la actitud de un gobierno que deja sin especialistas médicos los hospitales de su país para repartirlos por el mundo en actitud que pretende vender como solidaria?

Pero volviendo a las gestiones que ahora realiza en Cuba la iglesia católica, hay otra cosa que también podemos dejar por descontado, y es que sea cual fuere finalmente su resultado, Guillermo Fariñas es un hombre ante el cual el régimen la tiene perdida de antemano: si (quiéralo Dios) la iglesia logra que sobreviva, devendrá una pesadilla sobre dos piernas para la dictadura; y si fatalmente muere, será el tiro de gracia para su desprestigio y su condena histórica.  



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