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Prisión de mujeres inocentes

Dania Virgen García

LA HABANA, Cuba, mayo (www.cubanet.org) - Condenada a un año y ocho meses por un supuesto delito de ejercicio arbitrario del derecho, llegué  a Manto Negro, una prisión de mayor rigor para mujeres al oeste de La Habana, el viernes 23 de abril a las 6 y 30 PM. Ese día, a esa hora, mi vida cambió por completo. 

Han pasado varios días desde que fui liberada, pendiente del juicio de apelación, y no puedo olvidar lo que allí viví. Todavía siento el ruido de rejas y candados que no me deja dormir, las órdenes-ladridos de las guardias. Pero sobre todo, no se me quitan de la cabeza los rostros, los nombres y las historias de las mujeres que  conocí durante los 15 días que estuve encerrada allí. 

Las presas bromeaban que Manto Negro (¡vaya nombrecito que escogieron!) en vez de Prisión de Mujeres de Occidente debía llamarse Prisión de Mujeres Inocentes. Un triste chiste, al que no le falta razón. 

La mayoría de las 23 mujeres que estaban conmigo en la galera 2 del destacamento 12 (también en la galera 1 y en los destacamentos 8 y 13, que eran más grandes) estaban presas por malversación y delitos económicos, con sentencias entre 8 y 20 años. Muchas tuvieron que robar en sus centros de trabajo (a veces comida) para mantener a sus hijos. A una mujer,  por robar unos huesos de vaca la condenaron por hurto de ganado. Otras estaban presas por robo, cohecho, receptación y contrabando. Pero el caso más curioso  era el de Madelaine, una joven acusada de atentado por no querer acostarse con el jefe de sector policial de su localidad. 

Conocí otra Madelaine, con padecimientos cardíacos, condenada a 20 años por malversación en el banco donde trabajaba. Hice amistad con María, una abogada que trabajó 12 años en la sala sexta del tribunal provincial de La Habana, condenada por irregularidades con un documento de propiedad de vivienda.  

Xiomara Peña,  que residía en Florida, donde era dueña de una joyería, fue condenada por contrabando de oro, porque trajo sus propias prendas cuando vino a Cuba a visitar a su familia. Tuvo que pagar 3 mil cuc a un abogado de La Habana que muy poco hizo; no le permitieron contratar un abogado de Miami. 

Beatriz Suárez, también  presa por malversación, no sé qué malversaba, porque era ama de casa, lloraba por sus hijos (uno de ellos casi ciego) que ahora están bajo la custodia del gobierno, porque a ella no le queda familia en Cuba. 

Una mujer estaba presa hasta que se esclarecieran los hechos de un asesinato que ocurrió en su casa. Unos malhechores penetraron en su vivienda para robar, la golpearon y mataron al jardinero, ella sólo trató de defenderse, pero la policía no le cree. 

En cada destacamento hay 63 o más reclusas. Muchas están a la espera del juicio o de la petición fiscal. La espera puede demorar de 7 meses a un año, o más. 

Miriam Rondón lleva un año y 4 meses esperando la petición del fiscal. Me contó que cuando estaba ingresada en el hospital de la prisión Combinado del Este, se declaró en huelga de hambre y los guardias la llevaron a ver a Orlando Zapata Tamayo, y le preguntaron que si quería morirse como “ese desgraciao negro”. 

La tarde del viernes que llegué  a la prisión, una presa se había cortado las venas en la celda. Ya en el destacamento me contaron que llevaba dos meses en la cárcel y tenía problemas mentales. La habían sentenciado a 10 meses por vender bolsas plásticas. Al lunes siguiente se suicidó. Se desangró por las heridas que se hizo en el pecho y el cuello. 

Tengo muchas historias más, guardadas en mi mente. Todo lo que anoté en la prisión me lo decomisaron los guardias, que constantemente me registraban los bolsillos en busca de papeles. 

Ahora  escribo esas historias, en  noches como ésta, en que los recuerdos no me dejan dormir.  

dania.zuzy@gmail.com 

 




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