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Lo que no se dijo en el informe sobre radio y televisión Martí

Miguel Saludes

Un informe presentado a inicios de mayo al Comité de Relaciones Exteriores del Senado norteamericano sobre las transmisiones de Radio y TV Martí, pone en tela de juicio el trabajo desarrollado por la emisora. El documento, expuesto por el Senador demócrata John Kerry, hace varios señalamientos críticos contra la emisora, a la vez que propone ciertas recomendaciones para “garantizar la sobrevivencia del proyecto”.

Las conclusiones de la investigación encabezada por Kerry suponen el fracaso de las trasmisiones radiadas hacia Cuba, al considerar que las mismas no han influido de manera apreciable sobre la sociedad de la isla y quienes la gobiernan. John Kerry dijo sentirse decepcionado porque tras 18 años de labor, el proyecto radial y televisivo no haya podido lograr ese doble objetivo. Otras consideraciones críticas del expediente arguyen divulgación de noticias sin confirmar y demoras en su publicación. También se alega uso de lenguaje ofensivo, falta de diversidad en las opiniones y escasez de audiencia.

Para corregir los problemas y mejorar el rendimiento, Kerry propuso una acción inmediata que asegure la sobrevivencia de esta emisora. Al menos es lo que se dice en el papel. El congresista sugiere el traslado de Radio y TV Martí hacia Washington.  De esa manera se eliminaría lo que considera influencia nociva anticastrista de Miami. El exilio asentado en la ciudad floridana carga una vez más con el sambenito del extremismo anti castrista. Según su apreciación, la transferencia redundaría en un salto de calidad en la programación y difusión de noticias, en cumplimiento con las normas periodísticas de la VOA. Queda abierta una interrogante con este pretendido fortalecimiento de la imagen y reputación de la emisora dentro de Cuba que apunta a la despolitización de la emisora. La duda surge ante el presupuesto de que el cambio de clima haga más aceptable para el gobierno cubano una emisora que tiene como objetivo llevar información libre.

En Cuba la prensa oficialista no tardó en hacerse eco del informe. El diario Granma encargó al periodista Jean Guy Allard la reseña de la noticia. El columnista canadiense, conocido por sus servicios incondicionales para los medios de comunicación de la dictadura, reprodujo algunos detalles, a los que añadió aportes de su cosecha. Basta citar el encabezamiento del escrito, donde pone en boca del Senado estadounidense el criterio de que Radio Martí miente groseramente. 

Otra fuente citada por el órgano del Partido Comunista de Cuba es Steve Clemons, jefe de política internacional de la New America Foundation, quien asegura que Radio y TV Martí contribuyen a paralizar las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, perpetuando el ambiente de la Guerra Fría en vez de “promover los intereses norteamericanos”. De ser cierta la aseveración del político, es en este criterio, y no en los argumentos del informe de la Comisión presidida por John Kerry, donde radica la clave del empeño perseverante de ciertos grupos políticos en el país norteño en sus cruzadas contra Radio Martí, el apoyo a la oposición interna y otras cuestiones relacionadas con el tema cubano. En este punto hay que señalar que nadie ha contribuido tanto a atajar los intentos de establecer contacto entre ambos países como el propio régimen fidelista.

Lo que diga Granma a través de su vocero Allard no merece respuesta. Es más de lo mismo. Sí resulta preocupante la intención de los encargados de liquidar el proyecto que durante casi dos décadas ha roto las barreras contra la libre información en la cercana ínsula caribeña. Si por una parte existieran errores y distorsiones que deben ser corregidos, vale preguntarse por qué no exigir se apliquen las medidas correspondientes a los que infrinjan las reglas, en vez de incluir a todo el proyecto en la vorágine destructiva. ¿Acaso los desmanes cometidos por algunos de los representantes partidistas en el Congreso y Senado de la Nación norteamericana, donde se propone la drástica solución, la aplicarían por la misma causa a sus partidos?

La recomendación del traslado de Radio Martí a su anterior sede en Washington, para sacarla del ámbito miamense, tampoco resuma transparencia. La remisión de la emisora al contexto norteño de la capital federal más bien parece responder a un plan para extinguirla. Hay razones perceptibles para justificar el temor. Muchos empresarios norteamericanos quieren invertir en Cuba, donde ven un mercado potencial que se les ha ido de las manos a solo 90 millas. Esto no debería ser obstáculo para la existencia de una emisora dedicada a informar a los cubanos, a no ser que su desarme esté contemplado como pre condición impuesta para cualquier trámite de acercamiento. Hay que tener en cuenta que muchos opositores y exiliados abogan por el levantamiento del embargo y el establecimiento de vínculos entre las dos orillas, sin que con ello se ponga en juego el apoyo a la democratización de Cuba.

Ciertas aseveraciones del señor Kerry resaltan su ingenuidad. La mayor es su convencimiento manifiesto de que una sociedad sometida a las condiciones totalitarias, como la cubana, debe cambiar por la simple propagación de la información, aunque ésta sea brillantemente elaborada. Más desacertado aún es esperar que sean los programas informativos lo que influyan definitivamente en los que controlan el poder para que desistan de su postura arbitraria. Visto de esa manera parecería un derroche todo dinero invertido en la empresa. Pero no lo es.
Por Radio Martí  comenzaron a afluir todas las noticias que se generaban en la isla o en el exterior y que de otra manera tal vez nunca hubieran sido de conocimiento público en Cuba. El desarrollo de la guerra angolana, verdades históricas ocultas o tergiversadas y acontecimientos de actualidad que no llegaba por otra vía, como la revolución democrática en Europa, llegaron por esa vía. Otros internos hubieran pasado desapercibidos para el mundo. El hundimiento del remolcador 13 de marzo, los días aciagos de la Primavera Negra, los refugiados en la Base de Guantánamo, el Proyecto Varela, miles de denuncias sobre violaciones de derechos humanos, actos represivos, encarcelamientos, y la voz de los presos desde las mismas prisiones, encontraron el canal divulgativo de Radio Martí.

No se pueden olvidar las transmisiones de dos olimpiadas en las que los cubanos no solo se vieron privados de participar, sino que tampoco la población pudo ver porque el capricho de un gobernante decidió que no debían hacerlo. Las jornadas de las grandes ligas donde participan figuras brillantes de la pelota cubana, los éxitos de artistas, personalidades y deportistas emigrados, tienen espacio en Radio Martí. Durante largo tiempo, hasta que el repiqueteo insoportable del bloqueo electrónico hizo imposible escucharlas, tenían amplia preferencia en los hogares cubanos los programas de entretenimiento facturados por esta emisora. Novelas, musicales y conciertos en vivo son un ejemplo. Son muchos eventos en 18 años que han hecho que la labor de Radio Martí pueda ser evaluada como fructífera.
Ni siquiera por las interferencias que impiden una mayor audiencia sería justo y acertado plantear cuestionamientos sobre gastos innecesarios. Si la sociedad cubana cambió en algo desde 1984 se debe en parte a la puesta en marcha de esta idea.

El dato sobre la disminución de audiencia y los problemas con Televisión Martí- aún por resolver- no es incierto. Pero se omiten otros factores que inciden en que esto ocurra. La desaparición de radios de onda corta en los comercios de la isla y el término de la vida útil de aquellos que mandaban los soviéticos, es uno de ellos.

Los inquisidores ideológicos evitan la comercialización de equipos capaces de romper el bloqueo mediático establecido por ellos. Por otro lado invierten millones, aunque lo nieguen, sacados del bolsillo de sus propios ciudadanos para mantener una interferencia solo comparable a la que estableció Moscú contra Radio Libertad. Finalmente no sería aventurado señalar que en esta pérdida de efectividad, achacada a Radio y Televisión Martí, existen vestigios de desinterés y poco esmero por parte de los que debieran trabajar en la solución que permita romper los obstáculos que frustrar una mejor o total recepción.

La luz del conocimiento no se impone. Ella simplemente necesita el medio y la voluntad para irradiar. Nadie le puede impedir penetrar en todos los rincones, no importa que taponeen los resquicios para evitar su entrada. Al final siempre encuentra una ranura que le permita iluminar. Puede que el costo de mantener la luz con brillo pleno sea alto. Pero disminuirla o apagarla por esa razón, además de mezquino, seria un acto de egoísmo, deslealtad e indolencia criminal, Hacia Cuba, para los propios Estados Unidos y hacia el resto del mundo libre. No es lo que se espera de la nación que ha llevado a todos los rincones del planeta la antorcha, vital para muchos y molesta para otros, que simboliza la libertad.

El peligro totalitario extiende su sombra sobre amplias regiones de América. La lucha por reducir y acabar con la libre información crece en la Venezuela chavista. El mal contagia a sus aliados, con el apoyo solidario castrista. Radio Martí tiene muchas batallas que dar aún.





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