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Martirio y desafío

Miguel Iturria Savón

LA HABANA, Cuba, mayo (www.cubanet.org) - Las cárceles coronan la zona muerta de la realidad cubana, donde la omisión informativa es cómplice de la desmemoria. Sortear la apología de la tramoya represiva del castrismo ayuda a descubrir las flores del pantano carcelario insular. Las cartas y los testimonios iluminan el nombre de 12 prisioneros políticos muertos entre 1966 y 2010, como secuela de huelgas de hambre contra la impunidad de los guardias.

Archivo Cuba colgó en Internet los datos de quienes desafiaron las torturas, el trabajo forzado, la malnutrición y la falta de atención médica. Entre esos mártires de la desidia, la tozudez, la intransigencia y la crueldad, 3 murieron en el castillo del Príncipe de La Habana, 1 en la prisión de Isla de Pinos, 1 en Pinar del Río, 2 en Pretensado y 1 en Manacas, provincia Las Villas; 1 en Kilo 7 (Camagüey), 1 en Boniato (Santiago de Cuba) y 2 en otras penitenciarías de la capital.

Las edades de los huelguistas muertos por inanición en las galeras del castrismo oscilaban entre 25 y 45 años. El primero fue Roberto López Chávez, fallecido el 12 de noviembre de 1966, tras 70 días de protesta por las golpizas de los guardianes, quienes le negaron hasta el agua.

En septiembre de 1967 ofrendaron sus vidas Luis Álvarez Ríos y Francisco Aguirre Vidaurreta. El listado incluye a Carmelo Mesa Hernández, el 29 de julio de 1969; Pedro Luis Boitel en 1972, y Olegario Charlot Spileta y Enrique García Cuevas, en enero y mayo de 1973.

Pedro Luis Boitel, desaparecido el 25 de mayo de 1972 en los fosos del Príncipe, es el más conocido antes de Orlando Zapata Tamayo, trasladado de Camagüey al Combinado del Este (Ciudad de La Habana), en febrero de 2010. El martirio de Boitel duró 53 días; la agonía de Zapata se extendió 82. Ambos son símbolos de rebeldía.

El suplicio continúa con Reinaldo Cordero Izquierdo, el 21 de mayo de 1975 en una galera de Pinar del Río, donde exigía su excarcelación tras una década de encierro. Dos años después, el 22 de septiembre de 1977, los reclusos de Pretensado fueron testigos del deceso de José Barrios Pedré.

El 9 de agosto de 1985, mientras ayunaba en Kilo 7, un paro cardíaco acabó con las angustias de Santiago Roche Valle, de 45 años, quien renace ahora del olvido, al igual que Nicolás González Regueiro, muerto en las celdas de Manacas el 16 de septiembre de 1992, tras cuatro años de condena por “distribuir propaganda enemiga”.

Los documentos registran a cientos de huelguistas en medio siglo de dictadura, pero solo 12 murieron de hambre frente a la desidia de los carceleros. El silencio de la prensa confirma la responsabilidad del gobierno, que en nombre de la utopía revolucionaria justifica el desprecio por la vida.

Aún no existe un monumento que perpetúe la memoria de estos mártires del desafío personal. Ojalá sean los últimos, aunque Guillermo Fariñas lleva dos meses en huelga de hambre solicitando la excarcelación de 26 prisioneros de conciencia enfermos.     




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