Moisés Leonardo Rodríguez

LA HABANA, Cuba, marzo (www.cubanet.org) - Las buenas acciones de los delincuentes pueden verse a veces como atenuantes, pero nunca borran sus crímenes. Esto aplica al gobierno cubano.

Algunos citan las “buenas obras” y la “solidaridad” del gobierno cubano, en el plano internacional, y sus llamados “logros sociales” en lo nacional, como atenuantes para sus múltiples deficiencias y hasta como justificación para sus crímenes y tropelías. No nos permiten hablar, decidir, ni movernos, nos pagan salarios de esclavos y casi nos matan de hambre, pero como nos dan gratis la educación (mala) y la medicina (peor), debemos conformarnos, no tenemos derecho a reclamar, parece ser la idea. Además, ¿hasta qué punto son gratuitos esos servicios si, entre otras cosas, a cambio de ellos, debemos trabajar toda nuestra vida por 25 dólares mensuales?

El envío de profesionales y técnicos de salud a misiones supuestamente humanitarias al exterior, constituye un atenuante, pero esto no exime de culpa a los gobernantes, que utilizan con fines propagandísticos la supuesta ayuda humanitaria.

La supuesta “humanidad” de dichas misiones no justifica el excesivo costo que ellas conllevan para el tambaleante sistema de salud cubano.

No libera de culpa a los gobernantes vender algunos libros - sólo los que ellos decidan- a precios bajos, y al mismo tiempo mantener una férrea censura que viola los derechos más elementales y nos impide leer lo que querramos.

Que todos los niños vayan a la escuela es encomiable, pero ello no justifica la politización y mediocridad de la enseñanza, que entrena a nuestros hijos como desinformados papagayos repetidores de consignas.

En nuestras escuelas se les inculca a los niños valores como la “intransigencia revolucionaria”, para crear individuos como los que atacaron a sus semejantes en 1980 sólo porque querían marcharse del país, y los que recientemente ofendieron y golpearon a las Damas de Blanco.

Los fines nunca justifican los medios, aunque los gobernantes cubanos hayan modificado la sentencia de Maquiavelo: Los fines justifican mis métodos, pero no los de otros. Doble rasero y debilidad moral, que no constituyen, ante ningún tribunal, atenuantes de la gran culpa.