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El sueño se hizo realidad

Oscar Espinosa Chepe

LA HABANA, Cuba, marzo (www.cubanet.org) - Esta es la Ley de los derechos civiles del siglo XXI”, exclamó James Clyburn, veterano congresista negro.

Quienes empezaban a calificar al Presidente Barack Obama como pusilánime y flojo, se equivocaron. Quienes identificaron su decencia y deseo de alcanzar un acuerdo bipartidista para la reforma de la salud en Estados Unidos, como síntoma de debilidad personal, mal interpretaron su firme decisión de defender una ley altamente humana y que reafirma a Estados Unidos no sólo como una potencia económica, científica y militar, sino como un país que irradia ejemplos de democracia para beneficio de sus ciudadanos y el mundo.

Con la firma de esta Ley el 23 de marzo, el primer Presidente negro norteamericano hace realidad el sueño de grandes hombres que, durante sus presidencias, intereses mezquinos les impidieron convertir en realidad, como fue el caso de Franklin Delano Roosevelt, uno de los estadistas más prestigiosos del Siglo XX. 

Hoy también habrá que recordar a Edward M. Kennedy, quien durante su prolongado ejercicio en el Senado y hasta su muerte en 2009, se empeñó en la aprobación de esta histórica Ley. Tampoco puede olvidarse en este momento de júbilo a la Presidenta del Congreso, Nancy Pelosi, quien con su dedicación e inteligencia fue un factor fundamental en la victoria, ni  soslayarse el aporte de la actual Secretaria de Estado Hilary Clinton, que desde el inicio de la Presidencia de su esposo, Bill Clinton, presentó una encomiable propuesta, siempre bloqueada encarnizadamente por los adversarios de la protección de la salud para todos los norteamericanos.

La aprobación de esta Ley no sólo es una derrota para los sectores conservadores que hicieron todos los esfuerzos posibles para impedirla, con la utilización de mentiras, falsificaciones y métodos desleales, en el afán de proteger los intereses de compañías aseguradoras y sectores de la industria médico- farmacéutica. También es una derrota para los demagogos y los regímenes autoritarios en el mundo, porque demuestra que los sistemas democráticos se empeñan y resuelven los problemas vitales de sus ciudadanos, incluso sorteando grandes escollos. Ahora, con esta medida, la imagen internacional de Estados Unidos se refuerza significativamente.

Lamentablemente, en Cuba, la controlada prensa oficial busca manchas en la Ley, y sin autoridad moral alguna la califica de controvertida. Ciertamente, quedan asuntos pendientes por subsanar, como ha reconocido el Presidente Obama, pero es un paso gigantesco, que sitúa a Estados Unidos con un sistema de protección a sus ciudadanos a la par de los países democráticos desarrollados. 

A diferencia del sistema cubano, que indudablemente tuvo ciertos avances hasta fines de los años 90, pero actualmente se desmorona, al ritmo de una crisis que ha corroído hasta las propias bases de la sociedad. 

En la práctica, se ha creado un apartheid en la asistencia médica con hospitales especiales para los extranjeros y la cúpula dirigente, mientras decae la calidad y eficiencia, y faltan los recursos  para los cubanos. La mugre, los insectos y la destrucción invaden hospitales, policlínicas y dispensarios médicos. La alimentación de los pacientes es deplorable. Se ha llegado a grado tal que recientemente en el hospital psiquiátrico, Mazorra, fallecieron decenas de pacientes por malos cuidados e instalaciones sin condiciones apropiadas. Fotos tomadas subrepticiamente a los cadáveres, muestran esqueletos humanos, sólo comparables a los muertos por inanición y malos tratos en los campos de concentración nazi. 

Simultáneamente, el gobierno cubano continúa la intensa propaganda sobre “su generosidad” hacia el exterior.  Nadie está en contra en Cuba de brindar ayuda a países con grandes desastres naturales como el hermano pueblo de Haití, en  momentos tan trágicos para esa pobre nación. Es loable que nuestros médicos se sacrifiquen, brinden su asistencia y apoyen el sufrimiento de los pueblos, pero sí es criticable que las autoridades cubanas traten de utilizar la generosidad de nuestro personal facultativo y paramédico para encubrir su represiva violación de los derechos humanos. Además, los especialistas se han convertido en mercancías para tratar de compensar el colosal desbalance comercial originado por la carencia de bienes para exportar.  

Por otra parte, tampoco es racional que sólo en la Escuela Latino Americana de Ciencias Medicas haya matriculados 10 mil estudiantes extranjeros, la inmensa mayoría procedentes de países con un PIB por habitante muy superior al cubano, en tanto el sistema educacional está casi colapsado, los estudiantes nacionales carecen de recursos y hasta han tenido que protestar por las inadecuadas condiciones, como ocurrió en el Instituto Superior de Arte hace unos meses. La solidaridad debe mantenerse en función de las posibilidades reales, que actualmente son muy reducidas, y abandonarse la coartada de la supuesta solidaridad.

Los propagandistas del régimen, con su hipocresía, buscan defectos en la  nueva Ley de Salud de Estados Unidos, en vez de reclamar el cese de la política de farol de la calle y oscuridad de la casa.





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