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La bolita

Frank Correa

LA HABANA, Cuba, marzo (www.cubanet.org) - El juego de azar, junto a  la discriminación racial y la prostitución, fueron proclamados infinidad de veces como  secuelas del antiguo régimen, extirpados de  la sociedad por la revolución, al  parecer no de raíz. Resurgieron con la llegada del período especial, esa grieta que “permitió al capitalismo asomar  sus narices”, según  palabras del propio Fidel Castro.

La discriminación racial continuaba, solapada, como diría Elvis Cleaver en su libro Almas congeladas, “expiando desde la oscuridad”.  Ahora, incluso la reconocen en foros y se muestra públicamente. Las viejas  prostitutas se integraron a la vida social en fábricas y talleres; más tarde, en su lugar  surgieron estupendas  mulatas, rubias, trigueñas, negras, activadas con   el voltaje de  la tecnología, y en vez de esperar a los clientes en sus cuartuchos del barrio Colón, van hasta el mismísimo aeropuerto a recibirlos. En cambio, la bolita se mantuvo siempre incólume, a través del tiempo, porque como reza  el viejo dicho popular, siempre hay un peso para probar suerte.

Poner un banco de bolita es una empresa rentable, si coinciden tres factores: dinero, tacto y coraje. Las historias de los “bueyes de oro”  por todos los pueblos de Cuba dan fe de que siempre se ha jugado bolita. Aunque la ley la condena y la policía la persigue  y a cada rato una redada apresa a buen número de apuntadores, recogedores y banqueros, este juego siguió vivo  a través de los cincuenta y tanto años de revolución.

Hay tres anécdotas que puedo citar como representativas del espíritu particular del cubano con relación a  la bolita. Una la presencié en un calabozo tapiado de Seguridad del Estado, en Guantánamo, llamados popularmente La olla de presión, donde estuve recluido una vez.  En la celda contigua había un banquero de bolita traído por la tarde, que al anochecer estaba muy angustiado. A través de la gruesa puerta de hierro, y aprovechando las ínfimas brechas que dejaban los errores de la soldadura, el banquero pedía a gritos que le dijeran qué número salió esa noche.

Al otro día por la mañana cuando el político de unidad policial se detuvo frente a su celda a inspeccionar y abrió la escotilla para  echar un  vistazo, el banquero le pidió por favor  que le dijera el  número ganador de la noche anterior. El  militar le advirtió que aquella broma podía resultarle cara, pero el hombre casi sale por la escotilla para implorarle, por su madre, por Dios, por Fidel, el número premiado.
El  segundo ejemplo es el de un recogedor de bolita vecino de mi cuadra, que a veces se embolsillaba una cantidad determinada de números que no iban a salir. Ganó mucho dinero con esa trampa, hasta el día en que se quedó con una lista completa sin entregar y varios tipos que jugaban duro acertaron. No le quedó más remedio que suicidarse.

Se fue hasta los límites de la finca de Fidel, por el Callejón de Jaimanitas, donde la vegetación es exuberante y hay poco tránsito. Se internó en la maleza, se introdujo dentro de un saco, logró amarrarlo por dentro, y se inyectó una mezcla de químicos utilizados para combatir el mosquito Aedes Aegypti. Lo encontraron a los diez días, libre de mordidas de alimañas.

El otro ejemplo se refiere al comandante en jefe Fidel Castro (quien tanto condenó y persiguió el juego de bolita),  y a su colega Hugo Chávez, Presidente de un país donde  la lotería es aceptada nacionalmente. Estaban ambos líderes en un programa  de televisión, cuando Chávez sostuvo en sus manos varias veces un papel con el número cuarenta y cinco, y  recomendó a los presentes que debían apostar a aquel número. 

Chávez  fue reiterativo con respecto al simbolismo del número y advirtió que debían  jugarlo tres días consecutivos. Castro frunció el ceño y cruzó los brazos, visiblemente contrariado. Precisamente en ese momento una cantidad indeterminada de reclusos cumplían condenas en las cárceles cubanas por jugar a la bolita, mientras Chávez exhortaba en público a cometer lo que se considera un delito en Cuba. 

Si les digo que esa noche  salió el 45, que significa en la  charada Presidente, no me lo creerían. Y  mucho menos que salió en candado con  negro y prostituta.

beilycorrea@yahoo.es



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