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El festín de los depredadores

Jorge Olivera Castillo, Sindical Press

LA HABANA, Cuba, marzo (www.cubanet.org) - Teóricamente, la revolución cubana debería estar el lado de los recuerdos. ¿Cómo es posible que un sistema haya prevalecido sobre los pilares de la burocracia, niveles de eficiencia que mueven a risa, decisiones gubernamentales marcadas por la arbitrariedad y el voluntarismo, entre un sumario de errores, aumentados t sustituidos por otros de mayor calado? En términos de inversión y resultados, el desbalance es suficiente para ratificar a Cuba en la nómina de los estados fallidos.

Por más que la envejecida clase política intente mostrar los “éxitos” alcanzados durante el ejercicio del poder, la realidad apunta hacia el lado contrario. Tras los ecos de las conquistas alcanzadas en algunos sectores, se cobijan las anomalías que definen que definen su decadencia.

Por ejemplo, contar con igual o más médicos por habitante que Suecia o el Reino Unido, no quiere decir que los servicios estén entre los mejores del orbe. La masividad tiende a crear espejismos, sobre todo si es respaldada por una sistemática campaña publicitaria. Una pregunta, entre otras no menos importantes, serviría para comprender el meollo del asunto. ¿Podría un médico que habite una casa en peligro de derrumbe, con serios problemas con el suministro de agua potable y con un salario mensual de entre 20 y 30 dólares, prestar un buen servicio?  Valga apuntar que esto o algo muy parecido es el denominador común en Cuba. Los profesionales no escapan con facilidad de un entorno marcado por la depauperación. Las transacciones ilegales en alguna de sus múltiples variantes se presentan como el único camino a seguir para rebajarle la densidad a las adversidades.

Actualmente en casi ningún rubro dedicado a la producción o los servicios se encuentran cifras que merezcan el elogio. Los hoteles donde se alojan los turistas extranjeros, y el trabajo que realiza la policía política contra los críticos del sistema, son parte de la escasa lista de sectores que se salvan de caer tras los candados de la incompetencia.

Cuba, bajo la bandera del socialismo, ha retrocedido en el tiempo. Sobran razones para demostrarlo. Para corroborar tal afirmación basta saber que el 50% de las áreas cultivables se mantienen ociosas, que el país debe importar más del 80% de los alimentos, que el fondo habitable presenta un deterioro superior al 60%. Respecto a las redes hidráulicas la situación es de espanto: para reparar las averías se necesitan no menos de 10 años, si se consiguen las decenas de miles de millones de dólares que se requieren para normalizar la situación. Hay núcleos familiares que llevan más de dos décadas, sin servicios estables de agua.

También habría que añadir a la lista de desastres, el éxodo, fundamentalmente hacia los Estados Unidos. Centenares de miles de cubanos se han marchado del país en busca de desahogos económicos y libertades.

Encuestas extraoficiales indican que el potencial migratorio excede el millón de personas. Ante estas circunstancias, es válido preguntarse, ¿Por qué se han ido y se quieren ir tantas personas si el gobierno y sus alabarderos insisten en que Cuba es el país de las maravillas?

Las evidencias de la disfuncionalidad del sistema están por todos lados. No ha caído por las bondades de la insularidad que, sin dudas, favorece los mecanismos de control. La correlación entre la relativamente pequeña dimensión  territorial y el bajo índice poblacional, es otro detalle a tener en cuenta para comprender la eficacia de la represión, con economía de medios.

No siempre la perdurabilidad se traduce en sinónimo de magnificencia. El caso cubano lo demuestra con creces. Cincuenta años de dictadura comunista ha sido un gran fiasco. El estatismo a ultranza y los delirantes planes de una élite ensimismada en su egolatría dejarán a Cuba exhausta, empeñada y roída como suelen hacer las ratas hambrientas de las alcantarillas.

oliverajorge75@yahoo.com  



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