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Carta a Alberto Núñez Betancourt, periodista de Granma

George García
ARECIBO, Puerto Rico

 

Señor Alberto Núñez Betancourt
Periódico Granma,  La Habana 
 
Señor Alberto Núñez:

El 8 de marzo apareció, en el periódico Granma, un artículo suyo titulado “Cuba no acepta presiones ni chantajes”. Dicho artículo tiene como objetivo difamar a Guillermo Fariñas Hernández ante la opinión pública, lo cual constituye un método tradicional de la dictadura castrista desde sus comienzos. Este tipo de campaña es posible hacerla, porque en Cuba nadie puede defenderse utilizando la prensa escrita, la radio o la televisión, ya que estos medios están absolutamente controlados por el gobierno; no obstante, por desgracia para los Castros, actualmente Internet permite que en escasos minutos el mundo se entere de cuanto ocurre en Cuba y pueda opinar al respecto.    

Comienzo por decirle, señor Alberto Núñez, que considerar lacayos del imperialismo a todos los que piensan de manera diferente al gobierno cubano es una falacia, tan reiterada desde 1959, que no solo carece de originalidad, sino que ya nadie le hace caso por lo aburrida que resulta.   

Usted plantea que a finales del año 1995 “Guillermo Fariñas Hernández agredió físicamente a una mujer, funcionaria de la institución de salud donde laboraba como sicólogo, ocasionándole múltiples lesiones en el rostro y los brazos, delito por el cual se le impuso una sanción de tres años de privación de libertad sin internamiento, además de imponérsele una multa de 600 pesos”.

Si esto fuese cierto, le pregunto: ¿Tan pobre es el respeto de su gobierno hacia la mujer que por un presunto delito de desfiguración de rostro ni siquiera envía al agresor a la cárcel, sino que lo manda de vacaciones seis meses a su casa?  
En el año 2002, según usted dice, “Guillermo Fariñas en plena ciudad de Santa Clara, golpeó fuertemente con un bastón a un anciano que había impedido un acto terrorista de un enviado personal del criminal Luis Posada Carriles. Los daños en el lesionado provocaron una urgente intervención quirúrgica para extirparle el bazo. Por este delito fue sancionado a 5 años y 10 meses de privación de libertad”. 

Señor Alberto Núñez, dando por sentado que usted es una persona inteligente me permito decirle que nadie, por muy ingenuo que sea, es capaz de creer que semejante delito no sea sancionado en Cuba con la pena capital. Permítame recordarle que por mucho menos que eso, por intentar escapar de Cuba, un grupo de personas entre los que había 10 niños en edades comprendidas entre 5 meses y 11 años, 18 jóvenes de las cuales 10 eran mujeres y 8 adultos, fueron hundidos en el mar el día 13 de julio de 1994 a bordo del remolcador 13 de Marzo. Agregue a esto los incontables fusilamientos que se han llevado a cabo durante 51 años de dictadura, sin que la totalidad de las víctimas haya estado ligada a actos terroristas.   
Según usted, “Existen principios bioéticos que obligan al médico a respetar la decisión de una persona que ha decidido iniciar una huelga de hambre. Por tanto, de ningún modo puede forzársele a ingerir alimentos…” ¿De qué principios bioéticos usted habla cuando recientemente al preso de conciencia Orlando Zapata Tamayo le han asesinado privándole de agua durante 18 días, golpeándolo salvajemente y transportándolo a un hospital cuando de sobra se sabía que ya no tenía salvación? ¿No sabe usted que existen incontables casos de personas en estado de coma que han sido mantenidas vivas durante años pasándole una simple sonda hasta el estómago para alimentarlo?  

Guillermo Fariñas Hernández tiene la posibilidad de abandonar la huelga de hambre e irse a España y prefiere morir heroicamente solicitando la libertad de sus compañeros, presos durante la llamada Primavera Negra del 2003. Este hombre que ofrenda su vida en aras de la libertad y del respeto a los derechos humanos es un héroe digno no sólo de respeto, sino de admiración, como también lo fue Orlando Zapata Tamayo de quien su gobierno ha tenido la osadía y la desfachatez de decir que su huelga de hambre era motivada por el deseo de tener aire acondicionado, televisión y teléfono en su celda. ¿Quién en su sano juicio es capaz de pedir eso en Cuba? ¿Y quién puede suponer que alguien esté dispuesto a morir por no tener dichos aparatos? ¿Acaso suponen que los millones de personas que supieron, con horror, cómo a un preso de conciencia se le dejaba morir, creen semejante disparate inventado a última hora para denigrarlo cuando la opinión internacional estaba consternada ante un crimen tan espeluznante? 

Señor Alberto Núñez Betancourt, cuando una persona no está de acuerdo con otra puede esgrimir todos los argumentos que estime conveniente, pero sin ofender ni injuriar. Yo discrepo totalmente de sus opiniones, pero no le falto al respeto ni lo insulto, porque eso sería rebajarme. Admito que usted ejerza el derecho de defender a una dictadura que aventaja en 44 años a la de Fulgencio Batista, soy capaz de comprender que utilice para ello su profesión de periodista y escriba en un periódico donde nadie puede publicar ni una línea para contradecirlo. Comprendo que cuando se carece de argumentos algunas  personas recurran a los gritos, pero es indigno y antiético insultar y difamar a quienes no pueden defenderse de sus ataques. 

Estoy absolutamente convencido que así como cayeron Nerón, Calígula, Hitler, Pinochet e incontables tiranos que han llenado de oprobio las páginas de la Historia, la tiranía castrista también llegará a su fin, porque nada es eterno en esta vida, y algún día los periódicos cubanos serán escritos por periodistas que respeten la dignidad y los derechos humanos de todos, incluyendo a quienes sustenten una posición ideológica diferente; entonces escritos como el suyo serán exhibidos como constancia de la degradación moral que tenía lugar en el régimen sangriento que usted defiende. 

Les advierto que si Guillermo Fariñas Hernández muere, su muerte será un estigma más para el gobierno castrista, aunque ambos hermanos intenten limpiar sus manos ensangrentadas utilizando el periódico donde usted actualmente escribe. 
Atentamente,

George García




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