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Aniversario controversial

Miguel Iturria Savón

LA HABANA, Cuba, marzo (www.cubanet.org) - Si algún astrólogo predijera con certeza el fin de la dinastía castrista, creería en la Astrología. Pero el problema de los cubanos sobrepasa a quienes hacen vaticinios a partir de los astros, pues la política no es el lugar de los profetas, ocupados en cuestiones más cercanas a dioses y humanos. El caso de Cuba se extiende demasiado.

El tema viene a cuento porque en la última semana, con motivo de su segundo aniversario en el poder, varios corresponsales acreditados en La Habana y algunos comunicadores independientes, comentaron las promesas incumplidas por Raúl Castro Ruz, designado por su hermano en julio de 2006 y ratificado como Presidente por la Asamblea Nacional el 24 de febrero de 2008.

La buena fe de los reporteros y politólogos que pensaron que el nuevo Castro ventilaría la sociedad cubana, tropezó con la tozudez, las tácticas dilatorias para ganar tiempo y la concreción de acuerdos con aliados como Brasil, China, España y Venezuela, cuyos gobiernos apuestan por preservar la tiranía insular, concederles créditos y hasta servirles de interlocutores en la escena mundial.

La realidad revela que Cuba es una sociedad muerta. Raúl Castro fue el segundo hombre del régimen, llevaba 47 años como Ministro de las Fuerzas Armadas y Vicepresidente primero de los Consejos de Estado y de Ministros, además de ejercer como segundo del Partido Comunista y ser el General de mayor rango. ¿Cómo esperar cambios de un personaje con tales credenciales?

Las reformas fueron cosméticas, se redujeron a la concesión de tierras improductivas, la venta de computadoras y teléfonos móviles y la concesión de permiso para que los trabajadores expresaran los problemas que afectaban su desempeño. Tras el cómputo de las dificultades, el mandatario hizo promesas, pero se limitó a sustituir al sector más renovador dentro de la nomenclatura.

Dos años después de forjar expectativas predomina el silencio y la inmovilidad. Las instituciones son las mismas, crecieron el deterioro de las condiciones de vida y la represión de la sociedad civil alternativa. Desde Palacio se vende el escudo de nación asediada y se dinamitan los senderos de la posible apertura a la democracia. La resignación, el tedio y la desesperanza gravitan sobre la sociedad, atada aún a la economía estatal centralizada que depende ahora del Presidente venezolano, socio totalitario de los Castro.

Raúl Castro no es más que un clon, un piloto automático que salva el equilibrio de la nave creada por su hermano. La contrapartida de su ineficaz gestión radica en la corrupción y en la galopante economía de subsistencia.

Sería en vano esperar reformas de este personaje, cuyo segundo aniversario como gobernante coincide con la muerte del prisionero de conciencia Orlando Zapata Tamayo, quien sacrificó su vida mediante una huelga de hambre en protesta contra las condiciones inhumanas del encierro.

La intolerancia y la incapacidad para impulsar los cambios que necesita el país convierten al menor de los Castro en el eco de su antecesor, esa sombra que agoniza desde un sillón de ruedas, como un fantasma que propaga el sobresalto y lacera el cuerpo amorfo de la nación.

 




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