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Socialismo y barbarie en Katyn

Baldomero Vásquez

CARACAS, Venezuela, junio, www.cubanet.org -Se efectuaron en Polonia, el pasado 20 de junio, las elecciones presidenciales. El candidato triunfador no superó el 50% establecido por la ley para salir electo, por lo que habrá una segunda vuelta el próximo 04 de julio. Estos inesperados comicios hubo necesidad de realizarlos tras la desaparición el 10 de abril del presidente Lech Kaczynski, quien murió junto a otras 95 personalidades polacas al precipitarse a tierra el avión que los llevaba a la ciudad de Smolensk, al oeste de Rusia..

El motivo del trágico viaje era rendir tributo a la memoria de los 22 mil oficiales y profesionales polacos asesinados por la policía estalinista (NKVD) en 1940.

Masacre considerada una de las mayores atrocidades de la II Guerra Mundial y que fue escondida como secreto de estado por los líderes comunistas rusos hasta 1990.
La historia de esta atrocidad tiene como punto de partida el 23 de agosto de 1939, fecha en la cual se firmó el Pacto de Amistad entre Hitler y Stalin. Pacto que rubricaron en Moscú – frente a un Stalin sonriente y regocijado- los ministros de asuntos exteriores de Alemania y la URSS, Joachim Ribbentrop y Viacheslav Molotov. La alianza contenía una cláusula secreta, oculta por varios años, que establecía que los gemelos totalitarios expropiarían y se repartirían el territorio de Polonia: la región oriental para los nazis y la occidental para los comunistas. 

Así, el 01 de septiembre Hitler enviaría sus tropas a tomar su parte y, con similar propósito, Stalin invadiría Polonia el 17 de septiembre. Intentando escapar de los nazis, las unidades del ejército polaco se rindieron ante los soviéticos. Éstos en noviembre recluyeron a los prisioneros en los campos de concentración construidos en Starobelsk, Koselsk y Ostashkov. A los oficiales polacos detenidos -que incluían, aparte de militares de carrera, académicos, jueces, médicos, curas, artistas y a otros profesionales- se les notificó que su prisión era provisional.

Los oficiales polacos conocían sus derechos como prisioneros. Plantearon en sus demandas a los rusos que: o Polonia estaba en guerra con la URSS, por tanto eran prisioneros de guerra y se les tenía que formular cargos en firme, o no estaba y debían se liberados porque su prisión era ilegal.

El honor y la intransigencia inquebrantable de los admirables oficiales polacos en contra del adoctrinamiento en el comunismo implantado en los campos de concentración, sellaron su destino. En la reunión del Comité Central del Partido Comunista de la URSS del 05 de marzo de 1940, se aprobó la solución final para ellos. Se les consideró “enemigos recalcitrantes del poder soviético” y por tanto “han de ser despachados de acuerdo con medidas especiales y aplicándoles el castigo más severo, el fusilamiento” (1). Por supuesto, la firma de Stalin aparece de primera en la orden de ejecución.

Los 4.000 prisioneros del campo de Koselsk fueron trasladados a los bosques de Katyn. En abril, en total fueron ejecutados, sin acusaciones ni sentencias, con un tiro en la nuca: “11 generales, 1 almirante, 77 coroneles, 197 tenientes coroneles, 541 comandantes, 1.441 capitanes, 6.061 tenientes, 18 capellanes y el principal rabino, junto con el resto de los funcionarios y de la burguesía polaca” (2).

A las cartas de madres, esposas, hijos de los prisioneros pidiendo información sobre el paradero de sus familiares nadie les daba respuesta en la URSS. Fue a raíz de la invasión nazi a la URSS en junio de 1941 que saldría a la luz pública la macabra  información. En abril de 1943 las tropas alemanas notifican el hallazgo de una fosa común en los bosques de Katyn con los cadáveres de 2.500 oficiales polacos y responsabilizaron a los comunistas rusos por la matanza. Las autoridades soviéticas respondieron acusando a la Gestapo nazi por los horrendos crímenes. Occidente aceptó la versión del dictador soviético, a pesar de que la Cruz Roja certificó que murieron antes de la invasión alemana.

Tras 50 años de mentiras sobre la Masacre de Katyn por parte de los comunistas rusos, emergería la verdad. Gorbachov reconoció en 1990 la responsabilidad de la URSS en la matanza. Y Yeltsin entregó en 1992 a las autoridades polacas el expediente -la Carpeta Especial Número 1, a la que sólo tenía acceso el Jefe del Estado-, incluyendo la resolución de 1940 que descubría el carácter criminal del Politburó del PCUS (3).

Katyn no existió, y aún no existe, para los comunistas, tampoco para los que se dicen ex-comunistas y en general para la intelectualidad izquierdista internacional (con el “Pacto de Amistad” de Hitler y Stalin ocurrió algo similar). Quienes durante muchos años vieron a la revolución bolchevique como el acontecimiento social más importante en la historia de la humanidad, no hacen referencia a las criminales acciones de Stalin, como la de Katyn (su hábito es denunciar al imperio norteamericano). Tampoco conseguiremos censura contra los creyentes en el dios-carnicero que construyó el socialismo en la URSS, caso del estalinista y poeta Pablo Neruda que recibió en 1953 el Premio Stalin de la Paz por versos adulantes y repugnantes como este:

"Stalin alza, limpia, construye, fortifica
  preserva, mira, protege, alimenta,
  pero también castiga.

Y esto es cuanto quería deciros, camaradas:
   hace falta el castigo”

La élite polaca que pereció en el accidente aéreo, brindó con su muerte una última contribución a  su amada patria. Lograron que los ojos de mundo miraran hacia Polonia y se enteraran de la matanza comunista conocida como “Masacre de Katyn”.

1) Rayfield D. STALIN y los Verdugos. Ed. Taurus, 2005. p. 429).
2) Ob. Cit, p. 431.
3) http://hemeroteca.abc.es/nav/Navigate.exe/hemeroteca/madrid/abc/1992/11/17/034.html




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