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Árboles del cementerio

José Hugo Fernández

LA HABANA, Cuba, junio (www.cubanet.org) - Cierta crema de la izquierda bistec en La Habana, parece estar muy ocupada en estos días tratando de salirle al paso “al terrorismo mediático contra el país”, que es como ellos llaman a la amplia y justa cobertura que, por vez primera en 50 años, le están dispensando los medios internacionales a los casos y cosas de casa.

Dicen que la prensa del mundo ha fabricado una Cuba en nada parecida a la que viven millones de habitantes en la Isla. Tal vez otro tanto podrían decir millones de cubanos acerca del globo propagandístico que durante mucho tiempo divulgó impunemente el régimen, con la complicidad de nuestra izquierda bistec, conformada por artistas, intelectuales y algunos otros miembros de la claque privilegiada, que ahora pretenden posar de reformistas, pero sin dejar de ser lo que siempre fueron, árboles del cementerio, prodigándole sombra al muerto. 

Precisamente esta nueva cobertura que expone ante los ojos del mundo la verdadera realidad cubana (la de hoy y la de varios decenios anteriores, truenos de una misma tempestad), es lo que ha obligado a los tales “defensores del socialismo renovado” al aireamiento de algunas verdades, enfocadas con miedo y dogmatismo, pero verdades al fin, que hasta hace poco se callaban.  

Entre gracioso y vomitivo resulta verlos hablar en nombre de los cubanos de a pie, los pobres, con quienes no han tenido nunca la menor cercanía y ante cuyos sufrimientos y carencias jamás manifestaron por lo menos piedad, ya que sería exagerado pedirles solidaridad, como no se le piden guanábanas al marabú.

Formados dentro de los límites de las verdades a medias -que suelen ser mentiras completas-, los autoproclamados renovadores del sistema fundamentan su discurso en malos entendidos y en ideas sectarias, que al final terminan siendo tibias variantes de los presupuestos obsoletos de nuestros viejos caciques.  

Insisten en que el patriotismo es monopolio exclusivo de la izquierda, lo que es decir suyo propio. Sin ellos no hay patria que valga. Conveniente y pícaramente meten a todos los opositores de aquí en un mismo saco, acusándolos de vinculación con las políticas de los gobiernos occidentales y con la derecha internacional.

Señalan a la burocracia no como lo que es –tornillo indispensable dentro de la maquinaria del régimen, parte de su esencia misma-, sino como el obstáculo que hoy frena la implementación de medidas, dicen que para salvar el socialismo.

De igual modo, inculpan a los funcionarios corruptos (a los intermedios, nunca a los mayores) y a la corrupción en general no, como súmmum de la revolución, sino como un virus que nos inoculó el capitalismo mediante las desesperadas disposiciones traídas por los pelos, en los 90, para darle respiración artificial al muñeco. 

Son, en definitiva, el mismo perro, casi con el mismo collar, por más que se vendan como descubridores del pan con timba. Vaciladores de prebendas que les concede el régimen a cambio de su servilismo, ahora camuflado en variante reformista.

Y nunca lucen tan poco fiables como cuando proclaman la necesidad de que los cubanos, todos, nos unamos en este momento de crisis para debatir nuestros asuntos en busca de soluciones propias. Es lo dicho, árboles del cementerio.




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