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Recordando a Voltaire

René Gómez Manzano


LA HABANA Cuba, junio (www.cubanet.org) - En días pasados se publicó una carta dirigida al Congreso de los Estados Unidos calzada con las firmas de 74 disidentes de Cuba. El objetivo fundamental de la misiva es abogar en pro del levantamiento de la prohibición existente para que los ciudadanos del país norteño —los que no son de origen cubano— viajen a la Isla.

Quizás un aporte que los firmantes hubieran podido hacer a su documento habría sido incluirle un rechazo a la abusiva política migratoria del régimen comunista, que se arroga el derecho de autorizar o no los viajes de sus súbditos desde Cuba y hacia ella.

Se han alzado voces de rechazo a la carta. Debo señalar que ha sido extrema la virulencia de algunas de ellas. Junto a argumentos enderezados a explicar por qué la medida propuesta es contraria a la democratización de Cuba (lo cual es —a no dudarlo— un derecho de quienes están en desacuerdo con ella), no han faltado los adjetivos desdeñosos ni las descalificaciones más tajantes.

Antes de proseguir, debo aclarar que, aunque fui invitado a estampar mi firma, decliné hacerlo. Explico —y es sólo uno de los argumentos que podría aducir— que no me seduce la idea de hacer peticiones a un congreso extranjero. Espero —con el favor de Dios— poder dirigir muchas al de mi Patria cuando deje de ser la masa unipartidista y obediente de hoy, para convertirse en una verdadera representación nacional, vibrante, pluralista y elegida en democracia.

Lo anterior significa que no me siento personalmente afectado por la tempestad de censuras desatada. Pero sí lo he sido de manera indirecta. No puede ser de otro modo cuando entre los aludidos se encuentran personas para mí muy queridas.
Del grupo de firmantes forman parte mi compañera sentimental Ana Margarita Perdigón —líder disidente de mayor destaque en la provincia de Sancti Spíritus—, mi hermano de tantos años de luchas, Félix Antonio Bonne Carcassés, y mi amigo Guillermo Fariñas, que se agrava más con cada día adicional de su heroica huelga de hambre y sed.

Como reza el conocido refrán, “lo cortés no quita a lo valiente”. Creo que la sana pasión al defender lo que se considera correcto (en este caso, la idea de mantener la prohibición de viajes por parte de quienes apoyan esta línea de acción) no debe impedir que se observen las reglas del debate civilizado.

El torbellino vitando de estos días me ha hecho recordar al inefable François-Marie Arouet, el francés ilustrado que alcanzó la fama escribiendo bajo el seudónimo de Voltaire. De él hay dos frases que me agradan de modo particular.

La primera —y reconozco que no tiene vinculación con el tema que nos ocupa— la pronunció cuando le anunciaron que el mismo rey que lo mantuvo arbitrariamente en prisión durante meses, le había otorgado una generosa pensión: “Agradezco a Su Majestad que se ocupe de alimentarme, pero le quedaré muy reconocido si no vuelve a interesarse por darme alojamiento”.

La segunda tiene una validez más general, y su espíritu de tolerancia y respeto al otro cabe aplicarlo a situaciones como la que motiva estas líneas. El gran publicista galo se la dirigió a un señor de cuyas ideas discrepaba: “Estoy en desacuerdo con lo que usted dice, pero lucharé hasta la muerte por su derecho a expresarlo”.




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