José Alberto Álvarez Bravo 

LA HABANA, Cuba, junio (www.cubanet.org) - Con poco más de nueve años, añora recuperar el régimen de vida que siempre tuvo. No puede soñar con jugar en un parque de diversiones, ni con vestir sus muñecas, porque no sabe dónde va a dormir esta noche. Se llama Elizabeth Valdés. 

Elizabeth no ha conocido las declaraciones grandilocuentes de las autoridades de su país. “Cuba es una de los pocas naciones donde no hay niños de la calle”. Pero oyó a la directora de la policlínica Isidro de Armas, en La Ceiba, decir: “NI tú ni tu hija pueden dormir más en la clínica, aunque trabajes aquí”.
     
Naturalmente, la pequeña no nació en la policlínica estomatológica, sino en una casa. No solo Elizabeth, sino también su madre y sus tíos, quienes emigraron a otras tierras. La tía Esperanza se fue a vivir, hace veintiocho años, a la vivienda donde formó familia con el capitán de la policía Roberto Quintana. Hevia (la madre) y Elizabeth continuaron viviendo en su casa de siempre, sin sospechar que tras la muerte de “los viejos” sus vidas se convertirían en auténticos calvarios 

Cuenta la madre de Elizabeth que sus vidas transcurrían normalmente, con los inconvenientes que enfrenta cualquier familia en un país en quiebra, hasta que el 3 de marzo de este año, al regresar a la casa, su llave no pudo abrir la cerradura. Para su sorpresa, su hermana Esperanza abrió la puerta. Cuando las vio llegar, el cuñado policía les habló de un documento legal, según el cual, ambas habían perdido el derecho a vivir en la casa que las vio nacer. A partir de ese momento, Elizabeth pasó a ser un desmentido viviente a la cacareada  seguridad de los niños cubanos.

Lisandra Muñoz, heredera del inmueble, y prima de Elizabeth, nunca está en la casa, que dejó de ser el refugio seguro para esta niña. El caso requiere de una solución urgente, pero la decisión continúa trabada en las oficinas del gobierno, y complica las vidas de una madre y su hija.
 
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