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La ceiba de Las Margaritas

Gladys Linares

LA HABANA, Cuba, junio (www.cubanet.org) – Hace unos días, mientras caminaba por el reparto Santos Suárez, en el municipio Diez de Octubre, pasé frente al solar Las Margaritas, en la esquina de Flores y San Bernardino, que como de costumbre, estaba en calma. Más de una vez me he preguntado por qué ese solar tiene mala fama. Es cierto que aquellas casuchas sin armonía, fabricadas con materiales de desecho, no son un paisaje agradable a la vista. Sin embargo, su historia, rodeada de misterio, atrae a muchos.

Según algunos, en este lugar estaba la vivienda de la finca Los Zapotes, que fue abandonada por sus moradores, y ocupada por negros libertos del lugar. Esta historia, quizás adornada por la fantasía, será cierta o no, pero es una realidad irrefutable que a más de un siglo, el caserío sigue en pié gracias al esfuerzo de sus habitantes, que no están dispuestos a perder sus hogares, y realizan una reparación tras otra.

La centenaria ceiba del patio del fondo fue cortada, nadie sabe por qué. Liliana, sobrina de Celia Cruz, me dijo: “Abuela decía que esa ceiba fue sembrada por el brujo para que nos protegiera”. Y fue allí, al amparo de aquella ceiba, donde la Guarachera de Cuba, desde niña, asombraba a los vecinos con su potente y melodiosa voz. No son pocos los que afirman que la canción Ciguaraya la dedicaba a esta ceiba, porque, aunque ella no nació en Las Margaritas, allí dio sus primeros pasos, y allí supo de esfuerzos y sacrificios. Prestando servicios a los vecinos contribuyó a costear sus estudios de maestra. El éxito le llegó al amparo de la ceiba. Liliana señala hacia los restos del tronco, y afirma: “Esa ceiba tenía algo”.

Los vecinos eran pobres, como se dice, pero felices. Trabajaban, se llevaban bien, no se metían con nadie. Hasta que los barbudos tomaron el poder e inscribieron a los vecinos en los Comités de Defensa de la Revolución. Además, muchas ocupaciones que ejercían los habitantes del solar, sobre todo, en pequeños negocios, fueron prohibidas.

En los años 80 el gobierno les prometió apartamentos en un edificio que sería construido en un terreno aledaño. Pero todo fue una ilusión, porque el edificio se construyó, pero son otras las familias que lo habitan, ajenas al lugar. La protesta fue enérgica, aunque infructuosa.

Hoy, sin la ceiba que siempre los protegió, los moradores de Las Margaritas siguen esperando.




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