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Las tribulaciones de Anabel

Juan Carlos Linares Balmaseda

LA HABANA, Cuba, junio (www.cubanet.org) - Anabel sueña con la espuma del detergente en la lavadora. Antes echaba cinco tazas. Ahora, porque tiene que ahorrar, solo vierte una. Para colmo de males, ese ruido extraño que hace la máquina la tiene al borde del estrés.

-¡Si te rompes, ahí te quedas! –dice en alta voz.         

El llanto del hijo la saca de paso. Se orinó en el pañal de tela. Ni pensar en comprar pañales desechables. No hay plata para eso. Sobre el llanto de la criatura escucha una voz afuera:

-¡Inspección de Salud Pública!

Son los de la brigada contra el mosquito Aedes Aegypti, una jodedera; esta gente viene hasta dos veces por semana para detectar las larvas del mosquito. Ya pasó el cobrador de la electricidad; anteriormente el cartero, cobrando teléfono y el periódico. Y faltan por pagar el agua y el gas. De los percheros cuelgan las mismas ropas del año anterior. Ni esperanzas de renovar el ropero.

Anabel no deja de cumplir su rutina: limpiar al gritón, calentar agua para bañarlo. Hervirla para que beba. Al fogón le hace falta un arreglito, al igual que a las pilas con salidero, las ventanas con comején o el colchón con muelles como aguijones. La turbina de agua se rompió y el arreglo le costó diez pesos convertibles.

Las buenas cuidadoras de niños no abundan en el barrio de Luyanó. Cobran de 150 a 200 pesos mensuales. Los círculos infantiles son para las mujeres que trabajan con el Estado y las madres con problemas sociales.

Por la tarde, Anabel recoge la ropa seca y plancha algunas piezas; limpia el piso. Los quehaceres de la cocina acaban después que sirve la comida: fregar la vajilla y botar la basura. Así transcurre el día de Anabel. A la hora de dormir sus párpados pesan toneladas. Amanecerá y otra vez se enfrentará al estrés y la falta de recursos para resolver los problemas.




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