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La pobreza irradiante

Aleaga Pesant (PD)

LA HABANA, Cuba, junio (www.cubanet.org) - El Premio Nacional de Literatura 2009, Reynaldo González, puso de relieve la penuria en que murió el gran escritor cubano José Lezama Lima, en la entrevista concedida a Amaury Pérez, en el programa Con dos que se quieran, que trasmite la televisión cubana los martes por la noche.

Sobre una de sus primeras novelas, Siempre la muerte, su paso breve, mención del concurso Casa de las Américas 1968, señaló. “Esta novela tenía algunas cosas difíciles, en momentos que afloraba una concepción moral completamente ridícula y estrecha, totalmente desencontrada con la sentimentalidad y la sensibilidad cubana”.

En la entrevista, Reynaldo González también criticó los intentos de los comisarios culturales de borrar la cultura nacional, una tendencia que enfrentó desde su posición de editor de libros y más tarde como Director de la Cinemateca de Cuba.  “Tenemos una capacidad para negar lo existente impresionante” –apuntó, y se refirió a la profunda obra creativa de Félix B. Cagnet.

Respondiendo a preguntas sobre el discurso de aceptación del Premio Nacional de Literatura, y en especial el uso de la palabra intolerancia, no ocultó que durante el quinquenio gris “la intolerancia dañó la vida de muchas personas, entre ellas la de Lezama Lima; dañó una etapa de la cultura cubana, y a mucha gente del teatro, a los pintores, a los actores. Hizo mucho daño porque a la cultura se le puede hacer daño por decreto, pero por decreto no se cura a la gente”.

Reynaldo criticó directamente el victimismo de algunos creadores y acusó a las personas débiles de utilizar lo que padecieron, como arma para impulsar otros reclamos, y los consideró miserables. Habló de la importancia del orgullo y se refirió al orgullo de Virgilio Piñera y Lezama Lima, “quienes tuvieron dignidad de escritores y supieron que su destino era arduo y lo aceptaron como una imposición de la vida, de su talento y su vocación”.

En una de las historias más conmovedoras sobre los últimos años del escritor de Paradiso, González expresó: “Yo tuve un acercamiento a Lezama respetuoso y cariñoso. Y de los tiempos difíciles solamente te voy a contar algo. Estaba muy mala la cosa, la cosa estaba muy mala. Siempre hablábamos de la cosa. Yo cogía la carne que me tocaba por la libreta de racionamiento y me iba a la calle Trocadero, donde vivía Lezama. Allí, cocinaba la mía y la de él, y después yo comía poco, dejándole a él la mayor parte. Eso paso varias veces. Usted es de buen cocinar –me decía- y de poco apetito. Y decía para mis adentro, ¡tengo un hambre!  Pero me iba tranquilo, dejándolo así.  A esa penuria compartida Lezama la llamaba la pobreza irradiante”. 

aleagapesant@yahoo.es  



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