Moisés Leonardo Rodríguez
LA HABANA, Cuba, junio (www.cubanet.org) - La entrega de tierras en usufructo ha demostrado en la práctica la incapacidad del método para solucionar el problema de alimentación de los cubanos y desplegar las potencialidades de producción de la nación. Los medios se han referido en reiteradas ocasiones, a la pérdida de las cosechas de plátanos, arroz y otros productos del agro.
A comienzos de la década de los ochenta, la autorización de los mercados libres campesinos fue una decisión que inundó al país de productos hasta entonces deficitarios. Los precios se mantuvieron altos porque el tiempo que duró la luna de miel Estado-campesinos, no fue suficiente para que actuara la ley de oferta y demanda, que hubiera permitido rebajarlos.
La decisión del gobierno de cerrarlos abruptamente, fue desafortunada. La cabeza de Humberto Pérez, presidente de la Junta Central de Planificación, rodó estrepitosamente, y el ministro fue acusado de alcohólico y otros epítetos. Su pecado fue aceptar las leyes del mercado y echar a un lado las decisiones de Fidel Castro, quien declaró que lo importante era lo político y no las leyes de la economía.
Pasada la década de los noventa (período especial), los gobernantes han puesto en práctica la idea de entregar tierras en usufructo a quienes la soliciten ¿Por qué no lo hicieron antes? Esta concesión no es en aras del bien común, sino por la necesidad de los gobernantes de reducir las importaciones de alimentos de Estados Unidos; entre ellos, pollo, maíz y otros productos, que sólo se producirán cuando los campesinos gocen de las libertades necesarias.
Con la medida de entregar tierras en usufructo, el gobierno permite el uso y disfrute de una mínima parte de lo producido, y mantiene el poder de decisión sobre las tierras, como medio de control sobre los ciudadanos. Se trata de una prueba más del desprecio que sienten nuestros gobernantes por sus gobernados.
corrientemartiana2004@yahoo.com |
