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En el corredor de la muerte

Odelín Alfonso Torna (PD)

LA HABANA, Cuba, junio (www.cubanet.org) - En estos tiempos de incertidumbre no hago más que encomendarme a Dios y orar por la suerte de nuestro hermano, el psicólogo y periodista independiente Guillermo Fariñas, en huelga de hambre desde el pasado 24 de febrero. En tal sentido, no tengo por qué creer en quienes ven sobre los hombros de otros y hacen del caso Fariñas -también de los prisioneros políticos y de conciencia- un performance de “humanidad” en medio del irrespeto, la intolerancia y la muerte.

Me refiero a las conversaciones entre la Iglesia Católica y el gobierno militar de Raúl Castro, sobre la situación de los presos políticos y de conciencia. Lo veo como una especie de álgebra política que no define quien es el mediador entre víctimas y victimarios. Pero mientras las opiniones de uno y otro lado ruedan cuesta abajo, Raúl Castro dirige a cuenta gotas el movimiento de prisioneros de conciencia hacia reclusorios cercanos a su domicilio.

El caso Guillermo Fariñas se enfría en la mesa de los condicionamientos y su salud se deteriora cada minuto. Fariñas lleva más de cien días en el corredor de la muerte, exigiendo la excarcelación de 26 presos políticos en estado deplorable de salud. Si costoso es el esfuerzo de la salud pública cubana por mantenerlo con vida, peor sería un desenlace fatal.

¿A qué se debe tanto desvelo? ¿Por qué costear la vida de un paciente, cuyo único padecimiento es exigir respeto por la vida de otros en prisión? En julio del año 2007, el economista Ariel Terrero Font exponía en el primer informativo de la televisión cubana, que el Estado cubano gastaba por cada paciente atendido en salas de terapia intensiva, unos 469 pesos cada día, aproximadamente 16.75 pesos convertibles al cambio actual de 25 X 1. Significa que en cien días de ayuno voluntario, sin contar el tratamiento con nutrientes de última generación que saltan la “barrera del embargo”, Raúl Castro ha cuidado la vida de Guillermo Fariñas por 46 mil 900 pesos (cerca de dos mil pesos convertibles).

¿Acaso se exigió igual cuidado con Orlando Zapata Tamayo, prisionero de conciencia fallecido el 23 de febrero de 2010, después de 86 días en huelga de hambre? ¿Murió o lo mataron?

Ojalá me equivoque, pero creo que la gestión tardía y bienaventurada de la Iglesia Católica no pasará de unos cuantos traslados de prisión o alguna que otra licencia extrapenal para los casos más críticos. La ola de arrestos en la Primavera Negra de 2003 fue obra de Fidel Castro, y los 75 arrestados son de Fidel. En cuanto a su hermano Raúl, pésimo interlocutor, es sólo pantomima dentro del círculo de poder.

Para el gobierno cubano y sus representantes, bien puede la Iglesia Católica ser el atajo que los saque de la crisis económica y política. Para la Iglesia y su máxima autoridad, Jaime Ortega, esa oportunidad viable de justicia y respeto malograda por años. Se me hace difícil creer en una negociación sobre esa mesa donde las cabezas no se ven unas a las otras. Es preciso recordar que en los regímenes totalitarios la sotana y el uniforme militar pueden venir del mismo sastre.

Lo que interesa es el hombre y el derecho a la vida, esa es una primicia de la revolución, válida también para Guillermo Fariñas. El gobierno puede evitar oxigenar un ayuno prolongado y sin retroceso, en el que no medien guiños, condicionamientos o nutrición parenteral de alto costo.

El régimen sabe que dentro y fuera de Cuba la solidaridad con la causa de Guillermo Fariñas gana terreno y que, sólo si se le escucha Coco abandonará su trance con la muerte.

odelinalfonso@yahoo.com




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