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Ramón se acuerda de ayer

Tania Díaz Castro 

LA HABANA, Cuba, junio (www.cubanet.org) - Ramón tiene 80 años. Es hijo de inmigrantes catalanes que llegaron a Cuba en el siglo pasado. Vive en Baracoa, poblado al este de la Habana. Es, sin duda, un caso raro si lo comparamos con esos miles de cubanos, nietos de españoles, que hacen largas colas a diario en busca de una segunda ciudadanía para huir del castrismo.

-A mí  -me aclara- no se me ha perdido nada en la Embajada de España, a la cual pertenezco como descendiente directo.

Cuando le pregunto por qué, me responde tan rápido como se mueven sus ojillos azules, relampagueantes, belicosos, sin dejar de batir sus fuertes manazas, curtidas en el trabajo duro.

-Eso es doble moral, carajo. No soporto a la gente hipócrita. Ahora es que se acordaron que tienen sangre española. Por conveniencia. Amo a España, mis padres me enseñaron a amarla. Eran de Barcelona. Pero esta es mi Patria y aquí moriré.

Ramón confiesa que fue simpatizante del gobierno castrista durante los primeros, y que comenzó a dejar de serlo cuando Fidel Castro despojó a sus padres de una bodega que tenían en La Habana.

-Aquello fue lo peor que pudo haber hecho -dice-, porque a partir de aquel 13 de marzo de 1968, cuando nacionalizaron más de 50 mil pequeños comercios, servicios privados que disfrutaba la población, se jodió esto. Empezamos a ir pa’ tras como el cangrejo y no hemos podido levantarnos ni con la ayuda soviética, ni con la de Chávez.

Sentados en el portal de su casa, el anciano, de ágiles movimientos, fuerte como un roble, me cuenta que en 1951, cuando era adolescente, durante el gobierno de Carlos Prío, trabajó en una encuesta.

-La encuesta a que me refiero se realizó para conocer el ánimo de la población respecto al gobierno. Se hizo preguntándole a la gente en la calle, a boca de jarro, y todos respondían sin miedo. Hoy es diferente. Ahora, si se hacen encuestas de este tipo, se hacen a puertas cerradas, con mucho misterio, entre los agentes de la Seguridad del Estado y el Comité de Defensa de la Revolución de la cuadra. A chivatazo limpio. Y el pueblo nunca se entera de los verdaderos resultados, porque la cosa está en candela. Como si estuviéramos en guerra. No hay arroz, ni jabón, ni grasa. Los cubanos están locos por salir del comunismo.

Ramón se acomoda en su sillón, aprieta los ojos y contempla a sus chivas que comen, a lo lejos.
  
-Tengo unas chivitas ahí, y le vendo leche a algunos vecinos. Pero este trabajo no da ni para guardar un centavo debajo de la almohada. Casi a diario me roban un animal. Yo vivo aquí desde 1970 y antes, hace más de veinte años, no había ladrones en Cuba. Hoy están en todas partes, como la verdolaga. Tengo amigos que hasta duermen con los cerdos, porque al menor descuido, los pierden.

-¿Es por todo lo que me cuenta que ya no es revolucionario?

-Sí, y sobre todo porque me acuerdo mucho de ayer.




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