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Dos profesores

Gladys Linares

LA HABANA, Cuba, junio (www.cubanet.org) - Mientras buscaba a un chofer de alquiler, conocí a Lorenzo. Un vecino me lo recomendó, por ser callado, discreto, complaciente y puntual. Eso sí, no tiene licencia. Hace poco, mientras esperaba a una clienta, se vio en una situación que puso a prueba su solidaridad .Se encontraba en Monte y Belascoaín, cuando un hombre aproximadamente de setenta años atrajo su atención. Estaba parado frente a un Lada verde, y por su comportamiento se veía que estaba en apuros. Sus miradas se encontraron en más de una ocasión, pero ninguno de los dos se animaba a hablar. Pasaba el tiempo y aquel hombre seguía junto a su auto. Lorenzo se le acercó
-¿Puedo ayudarlo, colega?

Al hombre se le iluminó  el semblante.

-Es que me quedé sin gasolina.

Lorenzo le preguntó si le alcanzaba con un litro, pues él mismo andaba escaso, a lo que el desconocido le respondió:

-Sí, me alcanza, porque vivo cerca. El problema es que llevo encima sólo cinco pesos.

Entonces Lorenzo sacó un recipiente del maletero, lo llenó de gasolina y se lo entregó, y sonriendo, le dijo:

-No se preocupe por eso, que no le voy a cobrar.

El anciano le contó que era profesor en la Universidad de La Habana. Le brindó su casa y su posición política –militante del PCC –. Le dijo que el automóvil lo utilizaba para casos de emergencia, porque con su salario no le alcanzaba para comprar gasolina. Lorenzo le contó poco de su vida: maestro jubilado, que recibía una pensión de 240 pesos, que no le daba para comer, y por eso alquilaba su carro.

Cuando se despidieron, por primera vez Lorenzo no se molestó al pensar en los cientos de horas de trabajo voluntario que tuvo que acumular para ganarse el derecho a comprar su auto. Se sintió satisfecho por ejercer la solidaridad, y haber hecho un nuevo amigo.



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