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Nadie los quiere ya

Luis Cino (PD)

LA HABANA, Cuba, junio (www.cubanet.org) - Maximilien Robespierre, como más de  siglo y medio después Che Guevara, también soñó el hombre nuevo. Creía que las masas podían ser  virtuosas, intransigentes, incorruptibles. Perfectos ciudadanos de la revolución. Pero resultó que el populacho se compenetraba más con Danton, flexible, pragmático, amante de la buena mesa, los vinos, la ropa elegante y las prostitutas. Debilidad ideológica y defectos tremendos de aburguesamiento, hubiera dicho el revolucionario argentino antes de firmar la sentencia al paredón en La Cabaña. Robespierre envió a Danton a la guillotina y el pueblo lloró. En definitiva, el terror revolucionario no pudo evitar Termidor. También la cabeza de Robespierre terminó bajo la cuchilla. 

A los funcionarios corruptos que se  preparan para la piñata que se nos viene encima, ningún cubano los quiere. Nadie llora a los purgados cuando explotan. No porque roben al por mayor al Estado y constituyan el definitivo comején de la revolución de Fidel Castro, sino porque de tan altos que se creyeron, en sus privilegios, sus carros y sus mansiones, se olvidaron del pueblo, tanto o más que los mandarines infalibles.  Ahora, dice el que se suponía iba a ser hombre nuevo y sus hijos, para nada jacobinos, que se jodan. Que se pongan el pijama y carguen su maletín, vacío. 

De todos modos, nada se dice oficialmente en Cuba de los escándalos de corrupción que amenazan la supervivencia de la revolución en su hora más crítica.  

Entre el 9 de abril y el 22 de mayo, la Contraloría General de la República realizó auditorias sorpresivas, y al azar, en 750 empresas del país. Pero es poco probable que se conozcan de modo oficial los resultados de las investigaciones. Tal vez nunca se sepa cuantos funcionarios y dirigentes corruptos (“los nuevos contrarrevolucionarios”, según el académico Esteban Morales) fueron a parar a los tribunales y las cárceles. Solo veremos los uniformes, grados y entorchados de los sustitutos. Como si las poses marciales y el eco de antiguos cañonazos fuera suficiente garantía de que no se corromperán también.  

Y la piñata, egoísta e infame, en familia, sólo para un puñado, seguirá a costa del sudor y el hambre del pueblo que se supone, a cambio de las migajas que quedan de lo que alguna vez fueron logros, sea virtuoso, intransigente e incorruptible. Y sin un Danton que llorar. Sólo mentirosos y malandrines. Y su botín a buen recaudo.

luicino2004@yahoo.com

 




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