Aleaga Pesant (PD)

LA HABANA, Cuba, junio (www.cubanet.org) - Cuando termina de entonar la canción aparece el cantante y compositor Amaury Pérez, sentado cómodamente, con tenis blancos que desentonan con el saco, su corbata corrida y un peinado despeinado. Su invitado, arrellanado en una butaca similar, comienza a responder las preguntas.

Se puede entender que Amaury descubrió las claves para presentar una estricta conversación de amigos ante la pantalla de televisión, cuando acompañaba a sus padres Amaury Pérez y Consuelo Vidal, a los estudios de televisión. Ahora muestra lo aprendido los martes después del noticiero, un programa de entrevistas, diferente a los que realiza la televisión revolucionaria, donde priman la superficialidad, la bobería y la falta de talento de guionistas, directores y conductores. Reconocidos también en los canales comerciales del mundo, esos que se conocen como telebasura.

Luego de varios programas nota la diferencia, pero también los éxitos y fallas del espacio que tantos invitados ilustres presenta. Su mayor merito, expresar a través de los entrevistados que la notoriedad y la fama no provienen de la casualidad, sino de la coherencia y la constancia en el trabajo, y de la claridad de los objetivos trazados. Esa es la mejor de las lecciones de Con dos que se quieran.

Sin embargo, el anfitrión disfruta de la rimbombancia, el pavoneo, la risa escandalosa y una falsa intimidad, quizás construida en el estudio previo hecho a la personalidad del convidado. A favor de Amaury está  su capacidad de comunicación y su control del tiempo de enlace, acentuado en la intención de provocar la reflexión racional y el rescate de la memoria individual y colectiva de los entrevistados, creando un entramado de observación sobre una zona de la realidad insular.

Como nos tiene acostumbrado, Amaury Pérez Vidal nos presenta un  programa riguroso y digno de ser visto ahora y dentro de 20 años. Estoy seguro que las historias contadas en esas noches, pasaran la prueba del tiempo.