Gladys Linares 

LA HABANA, Cuba, junio (www.cubanet.org) - Las personas que transitaron hace dos semanas por el parque de la Avenida 26, en Nuevo Vedado, recibieron una sorpresa. El parque, que abarca cien metros cuadrados, a unas cuadras del edificio donde residen los hijos de Raúl Castro, estaba invadido por mujeres y algunos hombres que, acomodados en mesas y sillas portátiles, vendían artículos industriales con naturalidad, en pesos convertibles.

Bien vestidos, y sin ser expertos comerciantes, proponían sus mercancías y aceptaban con gracia el regateo de los visitantes. Estas ferias callejeras son conocidas popularmente como candongas, nombre traído por los internacionalistas cubanos de Angola.

En este caso, sin embargo, los candongueros se sentían seguros, sin miedo a tener que huir al grito de ¡agua!, que tanto escucharon los comerciantes por cuenta propia, y que los alertaba de la presencia de policías e inspectores. Todo indica que gozan de la aprobación de las autoridades.

Una joven que salía del parque, dijo que al tratar de unirse al grupo con la intención de vender tres pares de zapatos, fue detectada por los organizadores de la candonga y expulsada del lugar.

Se trata de un singular evento comercial. Los vendedores no pagan impuestos, ni la mercancía es supervisada por los inspectores. Algunos se preguntan si la idea de permitir este tipo de ferias se debe a la escasez de artículos de primera necesidad en las tiendas recaudadoras de divisas.

Los compradores expresaron su satisfacción por la candonga, y abogaron porque éstas se extendieran a otros parques de la ciudad. No serían pocos los que saldrían a vender, porque son muchos los cubanos que reciben de familiares y amigos en el extranjero ropas, zapatos o artículos domésticos, que no utilizan.

Después de todo, una de las acepciones de la palabra candonga es: “Dicho o hecho con que se pretende desorientar a alguien para que no advierta el engaño de que va a ser objeto”. Ojalá que este no sea el caso.