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Industria subterránea

Reinaldo Cosano Alén, Sindical Press

LA HABANA, Cuba, junio (www.cubanet.org) - Remueven los escombros del edificio colonial de tres plantas que, incapaz de resistir el abandono, se derrumbó en la esquina de Animas y Belascoaín, una de las avenidas de más tránsito de la capital.

Los quince hombres, algunos con overoles de trabajo, no forman parte de brigada alguna del Ministerio de la Construcción. Actúan por su cuenta y riesgo. Unos, cincel y mandarria en mano, extraen ladrillos, fabricados sabe Dios en qué tejar hace más de cien años. Otros, después de separar las grandes piedras que formaron muros, ciernen la arena, la cal y la arcilla como pueden.

Se sacan las cabillas del edificio. Otros prefieren la madera, vigas, marcos, puertas, ventanas. Madera preciosa con la que se construyeron arsenales y palacios en Cuba y España, y travesaños para el ferrocarril. Ni un pie de madera se puede comprar legalmente.

Hay recogedores de escombros que prefieren los hierros forjados que hasta ayer fueron balcones, pasamanos, guardavecinos y rejas. Los hombres andan apurados. Quieren sacar la mayor cantidad de desechos reciclables en sus carretillas, antes que la policía los desaloje y los multe.

Las autoridades dicen que es para evitar accidentes, a veces mortales. Un trabajador de Salud Pública de Guanabo, murió aplastado hace unos días por una placa de hormigón. Sacaba ladrillos de un edificio abandonado, para construir su vivienda. Otro joven, Yamil, minusválido, murió cuando una pared se le vino encima. También sacaba ladrillos para resolver sus problemas de vivienda.

Cada ladrillo cuesta cinco o diez pesos en el mercado subterráneo. Un saco de cemento de aproximadamente cincuenta kilos, entre veinticinco y cincuenta. El marco de puerta, 50 cuc (unos 60 dólares); una puerta colonial o una ventana no menos de cien. Los materiales rescatados se comercializan en pasillos, solares, talleres de autos y en cualquier rincón de la ciudad.

El gobierno, en marzo de1968, confiscó las empresas constructoras, extractivas y comercializadoras de materiales de construcción, y asumió el mantenimiento y reparación de edificios y casas. Así comenzó la ruina del patrimonio habitacional de la nación.




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