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Enterradores

José Hugo Fernández

LA HABANA, Cuba, julio (www.cubanet.org) - Pacientemente, me he dedicado a realizar una pequeña encuesta entre jóvenes habaneros. En total, consulté a 113. Quise que me dijeran cuántos (entre ellos) conocen a Olga Guillot, la Reina del Bolero, cuyo reciente fallecimiento fue noticia de conmoción en los periódicos del mundo hispano, y hasta en los de más allá, pero no en los de Cuba, la tierra donde nació y conquistó la fama.

Por supuesto, no pretendo descubrir el Malecón. Conocía de antemano cuál iba a ser el resultado de la encuesta, pero a veces hace falta ver para creer.

Entre los consultados, 106 respondieron con un no rotundo: no la conocen, jamás la han visto ni en fotografía, mucho menos han escuchado grabaciones suyas. 5 se mostraron dudosos, el nombre “les sonaba”, dijeron, pero no sabían de dónde ni por qué. Y 3 aseguraron conocer a la Guillot, 2 de ellos, sólo por referencia de sus mayores, mientras que el otro, para mi asombro, fue capaz de citar una de sus interpretaciones, el bolero Tú me acostumbraste, de Frank Domínguez. 

La verdad es que ya empieza a resultar aburrida la misma cantaleta cada vez que se muere uno de los grandes de Cuba, cuya obra y existencia incluso fueron borradas para nosotros, In saecula saeculorum, por un simple decreto dictatorial.

Es que los borrados son tantos que, al igual que las penas, nos atropellan. Y no sólo por la cifra, sino porque generalmente han sido los mejores en sus ámbitos.

Tampoco le veo el punto a eso de reclamar que el diario Granma se honre al mencionarlos, por lo menos el día de su muerte, pues en realidad sólo estaría honrándose el periódico, mientras que la mención significa casi una deshonra para el ilustre fallecido. 

Después de todo, tales celebridades ganaron mucho más de lo que perdieron marchándose al exilio. Quienes en verdad perdimos somos nosotros, que los perdimos a ellos al quedamos aquí. Pero tal vez lo tengamos merecido, por permitir el agravio. 

Y en cuanto a la desconcertante ignorancia que nuestros jóvenes de hoy demuestran ante la figura de Olga Guillot, podría pensarse (o alegarse mañosamente) que resulta lógica, ya que a las nuevas generaciones no les gusta el bolero.

Entonces, ¿por qué ha sido tan popular en Cuba el melcochoso Luis Miguel? Y todavía más, ¿por qué son jóvenes, en mayoría, los habaneros que hoy acuden al Salón Bolero, del complejo turístico Dos Gardenias, para escuchar las “grandes voces del sentimiento”, según el anuncio comercial? Aunque –como sabe cualquiera que sepa- esas “grandes” voces no son sino las de los enterradores del género. 

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