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Aquí estamos

Víctor Manuel Domínguez, Sindical Press

LA HABANA, Cuba, julio (www.cubanet.org) - La telenovela cubana de turno ruboriza la doncellez de los pica piedras del proletariado. Aquí estamos, título del culebrón que aborda  temas demasiado crudos para los santos inocentes del totalitarismo puritano, provoca crisis de mojigatería y alienta cruzadas militantes contra sus realizadores.

Ya se ha hecho habitual que cuando se tratan artísticamente la corrupción o los desniveles de vida entre cubanos, aparezca la pistola entintada del censor y dispare su grito de alarma. Además, resulta sospechoso que si el tema es la droga, el proxenetismo o la marginalidad, surja un murmullo desaprobador en las páginas inmaculadas de la hoja de conducta de la Patria. No sería desatinado pensar que la mano peluda del Estado censor esté detrás de las campañas contra estos productos enlatados en la fábrica de desastres naturales del país.

Eso de que la puesta sea un retrato caricaturesco de la nación, demasiado agresivo con la imagen del pueblo, o lesiva a los virginales oídos de una ciudadanía, ensordecida con palabras obscenas, es otro culebrón.

A estas alturas del juego del socialismo cubano, la candidez y el rubor son artículos deficitarios, o cuando más, poses aprendidas en manuales revolucionarios para confundir a incautos.

De las cruzadas militantes ni hablar. Armadas en las cavernas de los fósiles con alaridos de indignación y otros trucajes, se lanzan contra las pantallas del televisor desde una prensa antediluviana. En la Cuba de hoy, ni los delfines del acuario están ajenos a que la prostitución y el homosexualismo cohabitan con las palmas reales y se mueven por la ciudad en coco taxis

La promoción idílica de jóvenes uniformados entonando cantos de batallas, no alcanza para tapar los ojos enrojecidos por el alcohol, ni el pasaporte disimulado tras el carné de la UJC. Cada uno se mueve a su ritmo. Unos ahogados que no dan más. Otros con los pulmones a punto de reventar por el exceso de divisas en el organismo, y los demás aguardando su turno para gozar o partir.

Ninguno se opone a ver una realidad que los oprime o saca a flote lo mismo en la pantalla que en la vida real.

Nadie se inmuta o enrojece porque dos personas del mismo sexo se acaricien en las pantallas del televisor, si hechos similares ocurren en la bodega y en el cine cada día. Son pocos los que no aplauden al joven exitoso por la herencia obtenida de los robos de papá. Una minoría es la que se alarma ante un fumador de mariguana cuando es el perfume más conocido del solar. Es difícil que alguien desmienta la existencia de una mujer que vende a su hija al mejor postor siempre que sea extranjero, o un jefe de almacén con el nivel de vida de un jeque kuwaití.

Las críticas a la telenovela no es por exceso de pudor ni aguerrida militancia. La cuestión es que en ella se concentran y deslizan todas las situaciones que tanto criticaron al capitalismo. Se puede estar de acuerdo o no con el nivel artístico del culebrón, pero aquí estamos, así somos y así seguimos hasta que la censura nos separe. O no sean tantos los que tengan que prostituirse o robar para sobrevivir.




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