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El fantasma de Marx  y la izquierda cubana

Ariel Pérez Lazo

MIAMI, Florida, julio, www.cubanet.org -Recientemente la publicación digital Kaos en la Red, órgano de la izquierda hispanoamericana, ha dado a conocer una serie de artículos donde se insulta y se reproducen los argumentos del régimen castrista contra la disidencia interna. Este hecho quizás no llame la atención pero curiosamente, dicho sitio digital ha sido utilizado como tribuna por una suerte de izquierda reformista (no disidente) dentro de nuestro país.

Es curiosa esta actitud de dicha publicación porque en su apuesta por un socialismo “del siglo XXI” en buena lógica se debería no solamente emprender la titánica tarea, en teoría y práctica, de superar al capitalismo sino también al socialismo de Estado, practicado ampliamente en el siglo XX y que sobrevive en la Cuba totalitaria de nuestros días.

Me sorprende, sin duda, porque no han sido solamente los disidentes excarcelados recientemente los que han sufrido el linchamiento mediático de la ultra-izquierda de Kaos en la Red sino también un trabajo que hace par de semanas envié a Cubaencuentro, precisamente con el propósito de hacer la disección de esta nueva “izquierda” que no acaba de desmarcarse de los tópicos de medio siglo de gestión totalitaria cubana.

Conviene entonces quizás aquí avanzar un poco más en lo entonces planteado allí y hacernos una pregunta de rigor: Es posible un socialismo, fiel al marxismo, no-totalitario? Pensemos por un minuto en qué se diría en la  Alemania de hoy, con una constitución tan apegada al  liberalismo como la de 1949, si alguien planteara que el nacionalsocialismo de Hitler fue una distorsión de las ideas del conde de Gobineau, al estilo de las declaraciones de Jean M. Le Pen de que los campos de concentración “fueron un accidente de la segunda guerra mundial”. 

Hoy en día esta nueva izquierda considera al genocidio de Stalin contra los ucranianos y otras minorías, así como sus innumerables crímenes – habría que sumar los de Lenin y los de los sucesores del “padrecito de los pueblos”- y los de otros regímenes marxistas-leninistas; como “errores” cometidos en el proceso de la “construcción del socialismo”. No sería igual de presumible considerar el exterminio de los judíos, los gitanos, los homosexuales y otras minorías por los fascistas europeos como “errores” en la construcción del Nuevo Orden nacional-socialista, antítesis (no conviene olvidarlo) tanto del “capitalismo judío” y del “socialismo judío”.

Mientras el marxismo logre mantener la atmósfera de respetabilidad académica  que hoy posee, el peligro totalitario estará vigente y la liberación de Cuba estará comprometida. No estoy haciendo alardes propios de un exiliado radical.

¿Qué es el marxismo? Una teoría según la cuál – el marxismo puro, no el diluido de la Escuela de Frankfurt y sus seguidores – las ideas de los individuos dependen o responden a los intereses de determinadas clases. En otras palabras: el marxismo no reconoce neutralidad académica; para un marxista apegado a los dogmas de su escuela, una idea no es un conjunto de proposiciones fundamentada por observaciones o deducciones, por la razón o la experiencia, recodemos las objeciones de Karl Popper contra este modo de pensamiento que le valió la cólera de la izquierda.

 El filósofo inglés, fiel a la tradición anglosajona, identificó la raíz del problema: con el marxismo es imposible el diálogo pues no se trata de una teoría sino de un credo. Curiosamente mi ex -profesor de filosofía marxista, el cubano Jorge Luis Acanda González (uno de los exponentes del marxismo académico cubano) en una de sus conferencias universitarias llegó a decirme que el marxismo “era una religión”. Creo que es lo peor y sin embargo, más verídico que se pudiera decir del marxismo.

Existe la tendencia, si el lector me ha seguido hasta aquí, de considerar que el régimen se ha separado de su filiación al marxismo. Nada más irreal. El uso de las descalificaciones contra la oposición, presentada como representante de intereses “imperialistas” es la reproducción de las tesis leninistas en El estado y la revolución para justificar la “dictadura del proletariado”- en aquel momento de los soviets contra la Asamblea Constituyente (cuyas elecciones perdieron los bolcheviques en 1918), luego del Partido Comunista sobre los soviets y el resto de la sociedad -. Sin embargo el término leninismo no tiene aún en la intelectualidad dentro de la Isla la misma carga peyorativa que el de estalinismo.

Precisamente, como parte de este argumento, esta izquierda reformista – y sus homólogos continentales en ambos lados del Atlántico – no dejan de proponer la arriesgada hipótesis que ha sido el embargo norteamericano el responsable de la supresión de los derechos civiles en Cuba, con lo que han llegado a afirmar que una vez levantado el embargo el gobierno renunciaría a ejercer la represión en Cuba.

Esta idea no logra esconder su raíz marxista: supone de alguna manera que el totalitarismo implantado en Cuba es una defensa ante la amenaza externa, (ya Marx llamaba en el Manifiesto Comunista a confiscar propiedades de “emigrantes y sediciosos”, no olvidemos este joven Marx, con perdón de Althusser )  y que este último cuenta con el apoyo popular.

La fuente marxista está precisamente en considerar que existe dentro de Cuba una clase o grupo de clases vinculado a otros de origen foráneo, el “imperialismo internacional” que se apoya en esta presión externa parea combatir al “poder obrero”. Son los mismos argumentos, como arriba indicaba, del autor de El estado y la revolución, la misma retórica cansona también de la Revolución Francesa, cuyo extremismo inspiró a la rusa.

Hasta que este punto que identifica el pensamiento a la pertenencia a una determinada clase social o lo subordina al principio de la lucha de clases, tan caro a Lenin y también a Marx, no sea abandonado por la izquierda reformista cubana que va teniendo nuevos exponentes – Arturo Arango, Rafael Hernández, Esteban Morales, Armando Chaguaceda, etc que se suman a los ya conocidos ( Aurelio Alonso, Fernando Martínez, Alfredo Guevara , etc ) – será imposible un verdadero diálogo con este sector minoritario ( pero bien posicionado ) del espectro político cubano, ahora que aparece más visible su posición reformista que cuando fuera popularizada por Jean Francois Fogel en su Fin de siglo en La Habana.

Quedaría también por analizar si las versiones del marxismo occidental están realmente libres de esta herencia, progenitora del totalitarismo pero es un tema demasiado extenso para un artículo. La advertencia, sin embargo, no es un pasatiempo intelectual.




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