IMPRIMIR
Amargo, pero dulce

Odelín Alfonso Torna (PD)

LA HABANA, Cuba, julio (www.cubanet.org) – Noté un sabor extraño en el café que vende cada mañana “Maruca la santiaguera”, como le suelen llamar a esta vecina, jubilada, de 56 años, que vive en Las Piedras, barrio del municipio San Miguel del Padrón. Su dulzor anulaba totalmente el dejo amargo que caracteriza a esa infusión imprescindible en el amanecer de los cubanos, mezcla quizá de grano oriental, vietnamita o brasileño, dosificado además con algo de chícharo tostado. 

Maruca y su nieta sobreviven con la ganancia –cuarenta pesos diarios (menos de dos dólares)- de la venta de dos termos de café, de medio litro cada uno. Para ello tiene que madrugar, y luego de colar siete cafeteras sobre una hornilla eléctrica, se abre paso en la oscuridad hasta la parada de ómnibus más cercana. Ahí, como decimos en buen cubano, “despalilla el café en un dos por tres”. 

Maruca compra el café y el azúcar en bolsa negra, y al precio que aparezca, porque según ella, “barco parado no gana flete”. Si los costes de la inversión suben, el preparado de María sufre alguna movida en su composición. Algunos vecinos dicen que la santiaguera recicla la borra de café poniéndola al sol y luego la estira con polvo fresco y chícharo molido. Otros que endulza el café con miel de abeja o melado de caña. 

De Marucas y néctares negros está minada la capital, artesanas o artesanos del adulterio que no sobrevivirían si dependieran solamente de un seguro social que no excede los 10 pesos convertibles al mes. Cualquiera que sea la dosis y los inventos, poco importa. Habría que homenajear a estos ancianos que un día trabajaron y hoy despabilan a quienes lo hacen con el primer sorbo de café en la mañana.   

Homenajear también a Magali, la mulata que pregona en el cuerpo de guardia del hospital capitalino Julio Trigo: “Café caliente, o échate un negro pa’ que te levante”; o a Nidia, la viuda de un ex teniente coronel del las fuerzas armadas, quien desde la madrugada pone a degustar su néctar negro en la primera parada de los ómnibus metropolitanos P6 y P8, en Arroyo Naranjo. 

Reconciliación para Teresa y Noemí, quienes se disputan la clientela en la terminal capitalina de ómnibus  interprovinciales El Lido. Un pésame para la familia de Adalberto, el anciano de San Francisco de Paula que, vendiendo café logró reunir centavo a centavo el dinero para comprar un televisor a color que nunca disfrutó. Para  todos la pelea es dura, más cuando el azúcar y el café no son productos que venden liberados en moneda nacional. 

Abucheos para el Estado. Y su economía, incapaz de incentivar la producción de café y azúcar, situación que lo lleva a vender el kilogramo de ambos productos a precios prohibitivos en pesos convertibles. Abucheos también por vender el sorbo de café Cubita, Turquino o Monterruz  a 45 ó 50 centavos de dólar, lo que equivale a media jornada laboral de un obrero. Por racionar, además, el café de nuestras montañas, y pregonar que aún aumentándole el precio es un subsidio “innecesario” para el Estado. 

“Maruca la santiaguera” y otros de su gremio ilegal, sacan cada día los termos de café a la calle. Lo preparan de madrugada a golpe de sacrificios. Es café, venga de Mayarí Arriba o el Turquino. Es el nuestro, amargo, pero dulce.

odelinalfonso@yahoo.com




http://www.cubanet.org/inicio_tienda.html
 
CubaNet no reclama exclusividad de sus colaboradores y autoriza la reproducción de este material siempre que se le reconozca como fuente.