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Nuestra cleptocracia

Juan Carlos Linares Balmaseda

LA HABANA, Cuba, julio (www.cubanet.org) - Cleptocracia es un concepto moderno, cuyo origen viene del griego clepto: quitar y cracia: fuerza; lo que en término de recién acuñación se conoce como gobierno de corruptos.

Bárbara Castillo cuajó bien como cleptócrata del castrismo. Cuando se desempeñaba como ministra del comercio en Cuba, entre otras muchas tropelías, echaron decenas, tal vez cientos de equipos electrodomésticos nuevos, pero defectuosos, en fosas cavadas con buldóceres, y luego se sepultaban, con el propósito de que los equipos no se desviaran hacia el mercado negro; es decir hacia la población. Recientemente reapareció Bárbara, ahora en Venezuela, involucrada en el deterioro de por lo menos 30 mil toneladas de alimentos importados por la empresa  estatal Producto y Distribución Venezolana de Alimentos (PDVal).   

El fenómeno Barbarita es nada comparado con el pedigrí de otros cleptócratas. Imaginemos cuanto peculado y daño al medio ambiente habría causado la idea de Fidel de construir “una de las mayores presas del mundo” a principios de la década del 60. Su proyecto era conectar Isla de Pinos con los dos extremos de la provincia La Habana mediante dos carreteras, formando un triángulo y con los ríos habaneros vertiendo agua dulce al embalse.

Hoy, los cleptócratas que nos gobiernan armonizan con la maña de consolidarse en el poder. La división de la provincia La Habana, la separación de una franja turística –de extrema importancia turística- en Matanzas, un deslinde de la frontera en Guantánamo, y quién sabe cuántas artimañas más, evidencian todo lo que ha crecido y aprendido la cleptocracia criolla, al grado de que ya la isla le queda pequeña; mientras, corre el rumor de que Raúl prepara los cambios sustanciales una vez muerto Fidel.

Sea cual fuere el modus operandi y el modus vivendi de los Castro, finalizó la etapa en que Fidel, con apabullante soberbia, controlaba a los súbditos de la cleptocracia, aumentando o disminuyendo sus conexiones y su operatividad, aunque nunca pretendiendo librarse del todo de ellos.

En el Ministerio de Comercio Interior se quedaron sin trabajo cientos de trabajadores, y varias dependencias están prácticamente cerradas debido a la falta de mercancía, aunque la esfera administrativa continúa casi intacta. Los jefes se reubican en otros puestos de dirección. Lo mismo sucede en otros ministerios. En el de Turismo, por ejemplo, sobran 8 mil plazas, y la bola del desempleo pica y se extiende.





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